Disponible en Netflix.
Una joven dama de compañía -Lily James- encuentra su príncipe azul en Montecarlo. Claro, el aristócrata y codiciado soltero Maxim de Winter -Armie Hammer-, es el hombre soñado. El romance es relámpago, idílico, lleno de magia y emoción. Todo avanza tan rápido que Maxim le propone matrimonio invitándola a mudarse con él a la mansión familiar de Manderley. El tema es que este galán es viudo y existe una misteriosa intriga en torno a la muerte de su esposa. Ya convertida en la nueva señora de Winter, la joven comprueba por si misma la poderosa fuerza que irradia la primera mujer de Maxim.
El recibimiento corre por cuenta de la ama de llaves de Manderley, la Sra. Danvers -Kristin Scott Thomas-. El enigma es aun mayor al darse cuenta que todo en el lugar está concebido como recuerdo de Rebeca. Los detalles están presentes por doquier, incluso en forma abrumadora. La sombra es potente, se la compara con ella en cada actitud, cada frase, cada movimiento. Maxim tampoco ayuda demasiado porque para él no es tema hablar sobre las circunstancias de la muerte de Rebeca y menos de los sentimientos que aun tiene por ella. El misterio se agiganta en cada rincón y la presencia de la mujer se siente tan fuerte que parece estar viva y dominar Manderley.
Este thriller está basado en la novela de Daphne du Maurier escrita en 1938. El éxito de la novela le ha significado cinco adaptaciones al cine y sin duda la más reconocida es la realizada por Alfred Hitchcock el año 1940. Pero las comparaciones son odiosas, y más aun si es con una cinta del maestro del suspenso, por lo que omitiré comentarios al respecto.
Esta versión del año 2020, dirigida por Ben Wheatley, viene precedida de expectación porque la historia seduce y tiene componentes especiales. Y tal como sucede en algunas ocasiones, el entusiasmo inicial se ve opacado por el resultado de la producción.
Lo primero que llama la atención en esta cinta es que la narración no encuentra un punto de tensión que sirva como hilo conductor. El relato se circunscribe a una exposición de elementos. Bellos paisajes y decorados entregan el marco para un comienzo de ensueño. Y cuando se debe imprimir el misterio, es decir aquello que es consustancial a Manderley, solo desde la imagen emana algo de la atmósfera necesaria para configurar las características del lugar. El protagonismo del nuevo matrimonio pierde fuerza, se encuentra en evidente desequilibrio ante la implacable personalidad de la ama de llaves.
Otro aspecto dice relación con la música, con un papel poco destacado. La partitura de Clint Mansell no logra generar ambiente y se va diluyendo con el correr de los minutos. Un tercer elemento tiene que ver con los descubrimientos y el momento elegido para darlos a conocer. Cuando se trata de suspenso, las decisiones son vitales; o nos hacen esperar ansiosos la revelación, la sorpresa, o bien se evidencia antes y se construye el relato en base a la forma de llevar la historia sabiendo de antemano el resultado. En este sentido, el guion de esta cinta compuesto por Jane Goldman, Joe Shrapnel y Anna Waterhouse, es confuso, lleva a equívocos, a falsas ilusiones, a esperar algo y a defraudarnos rápido.
Personalmente no me convence la actuación de Lily James. La siento sin convicción, poco comprometida y algo plana en gran parte de la cinta. Tampoco Armie Hammer consigue traspasar su interior conflictuado salvo en un par de escenas centrales que parecen llegar demasiado tarde. Solo la actuación de Kristin Scott Thomas se despega de la de sus colegas. Ella es capaz de mirar profundo e irradiar turbación y lealtad. Muy acorde a su personaje, transmite intriga, porque no deja vislumbrar sus sentimientos sino que nos provoca para interpretarla y deducir el propósito de sus acciones.
Esperaba más de “Rebecca”. Estaba entusiasmado con esta nueva versión, tal vez demasiado, un error en ese sentido. Las dos horas se hacen largas y debemos apelar a varios llanos de paciencia para no detenerla y conciliar el sueño. Así y todo, considero que no es tiempo perdido y que vale la pena verla para poder profundizar algunos aspectos respecto del género que representa. Con este tipo de ejemplos, valoramos más aquellos esfuerzos que resultan prodigiosos, donde el talento de la composición del suspenso adquiere características magnéticas. Esta cinta no lo tiene, nos deja a la deriva, nos abandona y cuando quiere recuperar terreno es demasiado tarde para reconstruir la historia.
Ficha técnica
Título original: Rebecca
Año: 2020
Duración: 121 minutos
País: Reino Unido
Productora: Coproducción Reino Unido-Estados Unidos; Netflix, Working Title Films. Distribuida por Netflix
Género: Intriga. Drama. Romance. Thriller | Melodrama
Guion: Jane Goldman, Joe Shrapnel, Anna Waterhouse (Novela: Daphne Du Maurier)
Música: Clint Mansell
Fotografía: Laurie Rose
Reparto: Lily James, Armie Hammer, Kristin Scott Thomas, Keeley Hawes, Ben Crompton, Ann Dowd, Sam Riley, Tom Goodman-Hill, Jane Lapotaire, Bryony Miller, Mark Lewis Jones, Bill Paterson, John Hollingworth, Lucy Russell, Julian Ferro, Toby Sauerback, Mark Schneider, Kevin Nolan, Chris Bearne, Keith Lomas, David Appleton, Tony Bligh, Poppy Allen-Quarmby, Ashleigh Reynolds, Jeff Rawle, Stuart Davidson
Dirección: Ben Wheatley
viernes, 30 de octubre de 2020
miércoles, 28 de octubre de 2020
Los chicos de la banda
Disponible en Netflix.
Nueva York, 1968. Un grupo de amigos homosexuales se reúne en un departamento para celebrar los 32 años de Harold -Zachary Quinto-. El anfitrión es Michael -Jim Parsons-, y el primero en llegar es Donald -Matt Bomer-, quien está de paso por la ciudad. Juntos, mientras recuerdan su propia historia, comienzan a preparar la fiesta de cumpleaños a la que pronto se sumarán los demás invitados, Bernard -Michael Benjamin Washington-, Emory -Robin de Jesús-, Larry -Andrew Rannells- y Hank -Tuc Watkins-, más Cowboy -Charlie Carver-, el “regalo” de Emory para Harold.
El punto de inflexión se produce con la llegada de Alan -Brian Hutchison-, una visita inesperada para Michael. Como ex compañero de la Universidad al que no ve hace años, Alan desconoce la vida privada del dueño de casa. La tensión asoma fulminante, tal vez por la aparente homofobia de Alan hacia el grupo y la evidente incomodidad que aquello ocasiona.
Llega Harold luego de una larga espera y se roba la escena. Es allí cuando Michael, que recae en su adicción producto de varias rondas de alcohol, propone un desafío que termina por generar el conflicto. Cada uno debe hacer una llamada a la persona que realmente ama. Es un juego peligroso, se obtienen puntos en cada etapa de la llamada y a esta altura están todos bastante borrachos. La inquietante puesta en escena revela los aspectos más íntimos de los participantes y da cuenta de sus sentimientos profundos y enormes contradicciones. También deja al descubierto la manera que tienen de enfrentar su condición, la realidad de sus relaciones amorosas y la feroz discriminación social de la que son objeto. Las heridas se abren, se exponen, se sienten intensas, la sinceridad emerge y también aparece la vulnerabilidad que cada uno vive en forma permanentemente.
Joe Mantello dirige esta producción realizada por Ryan Murphy sobre la obra original que Mart Crowley escribió para el teatro. Su estreno fue en 1968 y tuvo su primera versión fílmica en 1970, dirigida por William Friedkin. El mismo grupo de actores originales protagonizaron dicha película y esta vez sucede algo similar en esta nueva versión. Llevada a escena en el año 2018, al cumplirse 50 años del estreno, el mismo grupo actoral y su director desarrollaron como filme lo que antes abordaron en el escenario del Booth Theatre de Broadway.
La película es eminentemente una obra de teatro. Los diálogos son el pilar fundamental y funcionan como el hilo conductor del relato. La cinematografía, algo disminuida por momentos, incluye algunos seguimientos y planos cerrados que entregan cierta frescura al guion pero que, sobre todo en la primera media hora, no logran impulsar el ritmo de la narración. Se hace difícil sumarse al metraje hasta que se revela el corazón de la trama, momento en el que las actuaciones impulsan y dan forma a la historia. Algunos flashback nos remiten a recuerdos de los protagonistas, pero son los menos, porque la acción transcurre casi íntegramente al interior del departamento newyorkino.
Es difícil dejar afuera el contexto original en el que surge esta obra. Las condiciones de 1968 no son las actuales y por cierto, una temática de este tipo y su performance debe haber generado controversia en ese tiempo. Ese valor intrínseco, esta nueva versión indudablemente lo rescata y además lo actualiza. Mantenemos la época pero el cambio está en nosotros los espectadores. La sensibilidad es diferente y la apertura a la diversidad sexual lleva bastante camino recorrido. En ese sentido, “Los chicos de la banda” funciona como homenaje a una pieza que generó una marca provocando cambios gracias a su estilo abierto y sin concesiones.
Ficha técnica
Título original: The Boys in the Band
Año: 2020
Duración: 122 minutos
País: Estados Unidos
Productora: Netflix
Género: Drama | Homosexualidad. Amistad
Guion: Mart Crowley, Ned Martel (Obra: Mart Crowley)
Fotografía: Bill Pope
Reparto: Jim Parsons, Zachary Quinto, Matt Bomer, Andrew Rannells, Charlie Carver, Robin de Jesus, Brian Hutchison, Michael Benjamin Washington, Tuc Watkins
Dirección: Joe Mantello
El punto de inflexión se produce con la llegada de Alan -Brian Hutchison-, una visita inesperada para Michael. Como ex compañero de la Universidad al que no ve hace años, Alan desconoce la vida privada del dueño de casa. La tensión asoma fulminante, tal vez por la aparente homofobia de Alan hacia el grupo y la evidente incomodidad que aquello ocasiona.
Llega Harold luego de una larga espera y se roba la escena. Es allí cuando Michael, que recae en su adicción producto de varias rondas de alcohol, propone un desafío que termina por generar el conflicto. Cada uno debe hacer una llamada a la persona que realmente ama. Es un juego peligroso, se obtienen puntos en cada etapa de la llamada y a esta altura están todos bastante borrachos. La inquietante puesta en escena revela los aspectos más íntimos de los participantes y da cuenta de sus sentimientos profundos y enormes contradicciones. También deja al descubierto la manera que tienen de enfrentar su condición, la realidad de sus relaciones amorosas y la feroz discriminación social de la que son objeto. Las heridas se abren, se exponen, se sienten intensas, la sinceridad emerge y también aparece la vulnerabilidad que cada uno vive en forma permanentemente.
Joe Mantello dirige esta producción realizada por Ryan Murphy sobre la obra original que Mart Crowley escribió para el teatro. Su estreno fue en 1968 y tuvo su primera versión fílmica en 1970, dirigida por William Friedkin. El mismo grupo de actores originales protagonizaron dicha película y esta vez sucede algo similar en esta nueva versión. Llevada a escena en el año 2018, al cumplirse 50 años del estreno, el mismo grupo actoral y su director desarrollaron como filme lo que antes abordaron en el escenario del Booth Theatre de Broadway.
La película es eminentemente una obra de teatro. Los diálogos son el pilar fundamental y funcionan como el hilo conductor del relato. La cinematografía, algo disminuida por momentos, incluye algunos seguimientos y planos cerrados que entregan cierta frescura al guion pero que, sobre todo en la primera media hora, no logran impulsar el ritmo de la narración. Se hace difícil sumarse al metraje hasta que se revela el corazón de la trama, momento en el que las actuaciones impulsan y dan forma a la historia. Algunos flashback nos remiten a recuerdos de los protagonistas, pero son los menos, porque la acción transcurre casi íntegramente al interior del departamento newyorkino.
Es difícil dejar afuera el contexto original en el que surge esta obra. Las condiciones de 1968 no son las actuales y por cierto, una temática de este tipo y su performance debe haber generado controversia en ese tiempo. Ese valor intrínseco, esta nueva versión indudablemente lo rescata y además lo actualiza. Mantenemos la época pero el cambio está en nosotros los espectadores. La sensibilidad es diferente y la apertura a la diversidad sexual lleva bastante camino recorrido. En ese sentido, “Los chicos de la banda” funciona como homenaje a una pieza que generó una marca provocando cambios gracias a su estilo abierto y sin concesiones.
Ficha técnica
Título original: The Boys in the Band
Año: 2020
Duración: 122 minutos
País: Estados Unidos
Productora: Netflix
Género: Drama | Homosexualidad. Amistad
Guion: Mart Crowley, Ned Martel (Obra: Mart Crowley)
Fotografía: Bill Pope
Reparto: Jim Parsons, Zachary Quinto, Matt Bomer, Andrew Rannells, Charlie Carver, Robin de Jesus, Brian Hutchison, Michael Benjamin Washington, Tuc Watkins
Dirección: Joe Mantello
lunes, 26 de octubre de 2020
El caso Watts
Disponible en Netflix.
Este documental está elaborado mayormente en base a imágenes sin editar. Se trata de un hecho que ocurre el 13 de agosto de 2018 en Frederick, Colorado. Esa madrugada, Shanann Watts y sus hijas de cuatro y tres años, Bella y Celeste, desaparecen de su hogar. Una amiga de Shanann da la voz de alerta, la policía comienza a indagar, Chris, su marido, no sabe su paradero, un vecino muestra imágenes de su cámara de seguridad, nadie ha visto nada.
Lo que sucede con trabajos de este tipo, donde sabemos gran parte de la historia o al menos el desenlace, es que aquello podría quitarle interés. Entonces, a pesar de conocer de antemano que el padre es el homicida -y no es spoiler, el título lo dice claramente-, en esta ocasión no sucede porque el guion está muy bien armado y la edición de las secuencias de imágenes reales compone perfectamente el relato.
La directora Jenny Popplewell usó varios registros. Las imágenes obtenidas de la policía -cámaras corporales de los agentes-, películas caseras y la reconstitución del intercambio de mensajes de texto, son la base de un material que debió ser unido con extremo cuidado. Junto a la diversidad de videos que la propia Shanann Watts compartió en redes sociales, especialmente Facebook, Popplewell fue capaz de construir un metraje que nos mantendrá al borde de la silla.
Reconozco que en un primer momento tuve dudas de verlo. Me pareció que podría ser morboso y que el tratamiento podría acercarse más a un cliché de impacto mediático. Pero me sorprendió, porque la forma que tiene de mostrar y enfrentar los hechos es equilibrada, sin dejar por ello de impactar y provocar conmoción.
La realidad supera la ficción. Este caso perfectamente podría ser un thriller donde debemos descubrir los detalles de un suceso que no tiene aparente explicación. La vida expuesta en los videos de la familia Watts es casi idílica. Un matrimonio feliz, hijas preciosas, un buen lugar donde vivir, empleos estables y una relación, que aunque con tensiones, no presagia en absoluto lo que podría suceder. Pero el curso de los hechos toma otro camino, se desencadena la tragedia.
¿Qué tiene de particular este documental? Es una denuncia de situaciones que se dan, lamentablemente, con mucha frecuencia, además de ser un transparente descriptor de una realidad horrorosa. Cada día en Estados Unidos, señala el testimonio, hay tres crímenes de este tipo y son mayormente premeditados. Realmente alarmante, no resiste análisis.
Queda la reflexión ante una atrocidad de esta naturaleza. Las motivaciones, las señales de alerta, alguna luz que pudiera haber evitado lo sucedido, no lo sabemos. También queda un homenaje póstumo a Shanann Watts y sus hijas junto a una precaución latente para estos tiempos; la cantidad de videos y fotos familiares subidas por ella a las redes sociales es enorme y aquello también supone un riesgo importante. Infortunadamente, esta vez la mayor amenaza estaba dentro de la misma familia, escondida incluso para quien es el autor de este indescriptible, brutal y horroroso crimen.
Ficha técnica
Título original: American Murder: The Family Next Door
Año: 2020
Duración: 82 minutos
País: Estados Unidos
Productora: Knickerbockerglory TV. Distribuida por Netflix
Género: Documental | Metraje encontrado. Secuestros / Desapariciones. True Crime
Música: Nainita Desai
Reparto: Documental
Dirección: Jenny Popplewell
Este documental está elaborado mayormente en base a imágenes sin editar. Se trata de un hecho que ocurre el 13 de agosto de 2018 en Frederick, Colorado. Esa madrugada, Shanann Watts y sus hijas de cuatro y tres años, Bella y Celeste, desaparecen de su hogar. Una amiga de Shanann da la voz de alerta, la policía comienza a indagar, Chris, su marido, no sabe su paradero, un vecino muestra imágenes de su cámara de seguridad, nadie ha visto nada.
Lo que sucede con trabajos de este tipo, donde sabemos gran parte de la historia o al menos el desenlace, es que aquello podría quitarle interés. Entonces, a pesar de conocer de antemano que el padre es el homicida -y no es spoiler, el título lo dice claramente-, en esta ocasión no sucede porque el guion está muy bien armado y la edición de las secuencias de imágenes reales compone perfectamente el relato.
La directora Jenny Popplewell usó varios registros. Las imágenes obtenidas de la policía -cámaras corporales de los agentes-, películas caseras y la reconstitución del intercambio de mensajes de texto, son la base de un material que debió ser unido con extremo cuidado. Junto a la diversidad de videos que la propia Shanann Watts compartió en redes sociales, especialmente Facebook, Popplewell fue capaz de construir un metraje que nos mantendrá al borde de la silla.
Reconozco que en un primer momento tuve dudas de verlo. Me pareció que podría ser morboso y que el tratamiento podría acercarse más a un cliché de impacto mediático. Pero me sorprendió, porque la forma que tiene de mostrar y enfrentar los hechos es equilibrada, sin dejar por ello de impactar y provocar conmoción.
La realidad supera la ficción. Este caso perfectamente podría ser un thriller donde debemos descubrir los detalles de un suceso que no tiene aparente explicación. La vida expuesta en los videos de la familia Watts es casi idílica. Un matrimonio feliz, hijas preciosas, un buen lugar donde vivir, empleos estables y una relación, que aunque con tensiones, no presagia en absoluto lo que podría suceder. Pero el curso de los hechos toma otro camino, se desencadena la tragedia.
¿Qué tiene de particular este documental? Es una denuncia de situaciones que se dan, lamentablemente, con mucha frecuencia, además de ser un transparente descriptor de una realidad horrorosa. Cada día en Estados Unidos, señala el testimonio, hay tres crímenes de este tipo y son mayormente premeditados. Realmente alarmante, no resiste análisis.
Queda la reflexión ante una atrocidad de esta naturaleza. Las motivaciones, las señales de alerta, alguna luz que pudiera haber evitado lo sucedido, no lo sabemos. También queda un homenaje póstumo a Shanann Watts y sus hijas junto a una precaución latente para estos tiempos; la cantidad de videos y fotos familiares subidas por ella a las redes sociales es enorme y aquello también supone un riesgo importante. Infortunadamente, esta vez la mayor amenaza estaba dentro de la misma familia, escondida incluso para quien es el autor de este indescriptible, brutal y horroroso crimen.
Ficha técnica
Título original: American Murder: The Family Next Door
Año: 2020
Duración: 82 minutos
País: Estados Unidos
Productora: Knickerbockerglory TV. Distribuida por Netflix
Género: Documental | Metraje encontrado. Secuestros / Desapariciones. True Crime
Música: Nainita Desai
Reparto: Documental
Dirección: Jenny Popplewell
viernes, 23 de octubre de 2020
Jorge Novak, Siclum Apóstol
Disponible en Vimeo.
Monseñor Jorge Novak fue el primer obispo de la Diócesis de Quilmes, Argentina. Destacado por su dedicación a los más pobres y la defensa de los Derechos Humanos en la dictadura militar, este trabajo documental ilustra su vida, su familia, su incansable trabajo pastoral y su perfil más íntimo.
Dirigido por Adrián Baccaro, docente y realizador audiovisual, miembro de SIGNIS Argentina, y editado por Sergio Flamminio, este testimonio aborda en forma lineal los principales hitos de una persona que siempre tuvo una especial preocupación por los más vulnerables, por los más desposeídos, realizando acciones concretas en su favor.
Monseñor Novak nació el 4 de marzo de 1928 en San Miguel Arcángel, Provincia de Buenos Aires, al interior de una familia descendiente de alemanes del Volga. Luego de ingresar a la Congregación del Verbo Divino, el 10 de enero de 1954 fue ordenado sacerdote en la ciudad de Bahía Blanca.
Jorge Novak destacó también por su gran inquietud intelectual. En 1958 obtuvo el doctorado en Historia en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y a su regreso a Argentina se dedicó extensamente a la docencia y a la formación como rector del seminario de la Congregación, consejero provincial y desde 1972 como superior provincial.
El 7 de agosto de 1976, Monseñor Novak fue designado primer obispo de la Diócesis de Quilmes por Pablo VI. Comienza aquí un camino especial para configurar los destinos de esta nueva diócesis. Durante su ministerio episcopal, su impulso por la opción preferencial por los pobres fue vital. También la promoción del diálogo ecuménico -fue cofundador del Movimiento Ecuménico de los Derechos Humanos (MEDH)- junto a la creación de muchas parroquias y capillas además de variadas iniciativas de atención religiosa y comunitaria.
El documental presenta la figura de este obispo en un formato clásica. A través de un retrato compuesto por cerca de 50 entrevistas, vamos apreciando las virtudes que caracterizan a Novak en su trabajo cotidiano. Los testimonios resultan emotivos, pues se trata de gente que trabajó con él, que compartió su causa y que guardan el mejor recuerdo de un pastor siempre al servicio de los demás. Frases como, “abrí las puertas del obispado e ingresó un río de dolor” y “las primeras personas que me golpearon la puerta fueron las madres de los desaparecidos, y eso me cambió la vida”, reflejan el hondo sentir de un sacerdote vinculado desde lo más profundo con su pueblo.
El guion del documental resulta ágil. Es tal vez lo mejor de este trabajo pues las notas de producción señalan cerca de 1.500 minutos de entrevistas de los que solo se utilizaron 40. El trabajo de investigación y la selección de los textos tiene un valor significativo, pues el metraje se construye justamente en base a la historia relatada por quienes le conocieron de cerca.
Algunas transiciones son difíciles de interpretar, lo mismo que la utilización de la música solo en ellas y no en simultáneo a los testimonios, salvo en la parte final. La banda sonora compuesta por Pablo Baccaro, Cecel Alves y Adrián Baccaro, posee sensibilidad y delicadeza, sin embargo al profundizar se le percibe algo más lejana de las imágenes y testimonios a los que acompaña.
En 1984, Monseñor Novak sufrió el síndrome de Guillain-Barré durante un viaje a Costa Rica. La parálisis completa de su cuerpo fue un duro golpe a su energía vital, sin embargo logró recuperar motricidad con esfuerzo y templanza hasta su muerte, el 9 de julio de 2001, producto de un tumor en el estómago.
“Jorge Novak, Siclum Apóstol”, nos anima a conocer más sobre este obispo argentino. El 11 de diciembre de 2017 se inició el Proceso Diocesano -postulación- de la causa de beatificación y canonización de Jorge Novak como Siervo de Dios. Vemos, al respecto, un cálido mensaje a la diócesis, el Papa Francisco espera ver pronto a este pastor en los altares. La multitudinaria admiración y confianza en Monseñor Novak da cuenta de este clamor popular, algo que se respira en este trabajo documental y que nos revela en toda su dimensión a un obispo austero y espiritual, cercano y jugado, incansable luchador en favor de los pobres y defensor de principios humanos fundamentales.
Ficha técnica
Documental. Biografía
Catolicismo - 2020 Argentina
57 minutos
SIGNIS Argentina
Operadora de Drones: Mayra Albornoz
Edición: Sergio Flamminio
Música: Pablo Baccaro, Cecel Alves y Adrián Baccaro
Guion: Natalia Soledad Segura, Adrián Baccaro
Testigos: Padre Arlindo Pereyra Díaz, Tarcisio Novak, Alberto Bahl, Carlos Custer, Damián Alvarado, Teresa Novak
Dirección: Adrián Baccaro
Dirigido por Adrián Baccaro, docente y realizador audiovisual, miembro de SIGNIS Argentina, y editado por Sergio Flamminio, este testimonio aborda en forma lineal los principales hitos de una persona que siempre tuvo una especial preocupación por los más vulnerables, por los más desposeídos, realizando acciones concretas en su favor.
Monseñor Novak nació el 4 de marzo de 1928 en San Miguel Arcángel, Provincia de Buenos Aires, al interior de una familia descendiente de alemanes del Volga. Luego de ingresar a la Congregación del Verbo Divino, el 10 de enero de 1954 fue ordenado sacerdote en la ciudad de Bahía Blanca.
Jorge Novak destacó también por su gran inquietud intelectual. En 1958 obtuvo el doctorado en Historia en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y a su regreso a Argentina se dedicó extensamente a la docencia y a la formación como rector del seminario de la Congregación, consejero provincial y desde 1972 como superior provincial.
El 7 de agosto de 1976, Monseñor Novak fue designado primer obispo de la Diócesis de Quilmes por Pablo VI. Comienza aquí un camino especial para configurar los destinos de esta nueva diócesis. Durante su ministerio episcopal, su impulso por la opción preferencial por los pobres fue vital. También la promoción del diálogo ecuménico -fue cofundador del Movimiento Ecuménico de los Derechos Humanos (MEDH)- junto a la creación de muchas parroquias y capillas además de variadas iniciativas de atención religiosa y comunitaria.
El documental presenta la figura de este obispo en un formato clásica. A través de un retrato compuesto por cerca de 50 entrevistas, vamos apreciando las virtudes que caracterizan a Novak en su trabajo cotidiano. Los testimonios resultan emotivos, pues se trata de gente que trabajó con él, que compartió su causa y que guardan el mejor recuerdo de un pastor siempre al servicio de los demás. Frases como, “abrí las puertas del obispado e ingresó un río de dolor” y “las primeras personas que me golpearon la puerta fueron las madres de los desaparecidos, y eso me cambió la vida”, reflejan el hondo sentir de un sacerdote vinculado desde lo más profundo con su pueblo.
El guion del documental resulta ágil. Es tal vez lo mejor de este trabajo pues las notas de producción señalan cerca de 1.500 minutos de entrevistas de los que solo se utilizaron 40. El trabajo de investigación y la selección de los textos tiene un valor significativo, pues el metraje se construye justamente en base a la historia relatada por quienes le conocieron de cerca.
Algunas transiciones son difíciles de interpretar, lo mismo que la utilización de la música solo en ellas y no en simultáneo a los testimonios, salvo en la parte final. La banda sonora compuesta por Pablo Baccaro, Cecel Alves y Adrián Baccaro, posee sensibilidad y delicadeza, sin embargo al profundizar se le percibe algo más lejana de las imágenes y testimonios a los que acompaña.
En 1984, Monseñor Novak sufrió el síndrome de Guillain-Barré durante un viaje a Costa Rica. La parálisis completa de su cuerpo fue un duro golpe a su energía vital, sin embargo logró recuperar motricidad con esfuerzo y templanza hasta su muerte, el 9 de julio de 2001, producto de un tumor en el estómago.
“Jorge Novak, Siclum Apóstol”, nos anima a conocer más sobre este obispo argentino. El 11 de diciembre de 2017 se inició el Proceso Diocesano -postulación- de la causa de beatificación y canonización de Jorge Novak como Siervo de Dios. Vemos, al respecto, un cálido mensaje a la diócesis, el Papa Francisco espera ver pronto a este pastor en los altares. La multitudinaria admiración y confianza en Monseñor Novak da cuenta de este clamor popular, algo que se respira en este trabajo documental y que nos revela en toda su dimensión a un obispo austero y espiritual, cercano y jugado, incansable luchador en favor de los pobres y defensor de principios humanos fundamentales.
Ficha técnica
Documental. Biografía
Catolicismo - 2020 Argentina
57 minutos
SIGNIS Argentina
Operadora de Drones: Mayra Albornoz
Edición: Sergio Flamminio
Música: Pablo Baccaro, Cecel Alves y Adrián Baccaro
Guion: Natalia Soledad Segura, Adrián Baccaro
Testigos: Padre Arlindo Pereyra Díaz, Tarcisio Novak, Alberto Bahl, Carlos Custer, Damián Alvarado, Teresa Novak
Dirección: Adrián Baccaro
miércoles, 21 de octubre de 2020
Divinas
Disponible en Netflix.
Esta película, escrita y dirigida por Houda Benyamina, narra la historia de Dounia -Oulaya Amamra- y Maimouna -Déborah Lukumuena-. Ambas viven en los suburbios de Paris, son grandes amigas, sueñan, se acompañan, resisten; son inseparables. En los estudios no lo pasan tan bien, sin embargo junto a sus compañeros se muestran alegres. Pero estas dos inquietas jóvenes quieren más. Dounia es ambiciosa y aspira a un lugar en la banda de traficantes de drogas que lidera Rebecca -Jisca Kalvanda-. Maimouna la apoya pero con reparos. Su familia, muy religiosa, intenta evitar que se meta en problemas, pero Maimouna no necesariamente sigue sus indicaciones y consejos.
Los planes parecen ir bien. Rebecca las admite al clan y deben sortear los primeros problemas. El tráfico en la calle es en serio, ponen en riesgo su propia integridad. En el camino, la figura de Djigui -Kévin Mischel-, un joven bailarín de danza contemporánea, distrae los ojos de Dounia. Hay atracción, fuerza, tensión. El futuro de pronto se abre, la preocupación ya no radica solo en su amiga, también debe velar por ella misma. Su principal motivación es generar dinero rápido para poder tener todo lo que la vida le ha negado sistemáticamente y claro, ojalá junto a Djigui.
La cinta es conmovedora y por varias razones. La directora se sumerge en la marginalidad y no esconde sus consecuencias. La cámara incursiona en estos guetos sociales difíciles de describir. Ella los filma, lo hace con seguridad, poniendo delante a dos jóvenes que poseen características resilientes pero que sucumben ante lo resplandeciente, ante lo que parece sencillo, ante lo que se percibe como una oportunidad inmejorable. Money, money, money…
En un paralelo interesante, la banda sonora adquiere intensa presencia. El uso de piezas clásicas, de Handel y en especial el “Lacrimosa” del Requiem de Mozart, imprime una tensión transversal a las escenas. Los momentos complementarios son especiales, elegidos con sensibilidad, naturalidad y delicadeza. Además, agrega canciones y piezas que la compañía de danza ensaya, en una combinación estética muy bien balanceada.
El drama de la historia estremece y la construcción hacia el desenlace provoca desesperanza. Quisiéramos rescatar a estas adolescentes, prevenirlas de sus decisiones, de los caminos que eligen, de las personas a quienes quieren seguir y con quienes quieren relacionarse. No podemos, somos espectadores de su vulnerabilidad, observamos aquello que en ocasiones no queremos ver o que consciente o inconscientemente escondemos.
“Divines”, con actuaciones certeras y una mirada profunda, nos involucra. La energía que sale de la cinta es poderosa, en especial la que irradia la joven Oulaya Amamra. Ella trasluce sus miedos y conflictos internos, su búsqueda desesperada de una salida ante una condición de la que parece no poder escapar. Con una madre lejana, ni siquiera el soporte emocional le permite sobrellevar una pobreza material llena de grietas. Allí surge la amistad y el cariño de estas dos adolescentes que luchan por mejores condiciones, donde su espiritualidad está rota porque la esperanza de un futuro mejor se queda solo en el eslogan.
Ficha técnica
Título original: Divines
Año: 2016
Duración: 105 minutos
País: Francia
Productora: Easy Tiger, France 2 Cinema, France Télévisions
Género: Drama | Amistad. Adolescencia. DrogasGuion: Houda Benyamina, Romain Compingt
Música: Demusmaker
Fotografía: Julien Poupard
Reparto: Oulaya Amamra, Déborah Lukumuena, Kevin Mishel, Jisca Kalvanda, Yasin Houicha, Majdouline Idrissi, Bass Dhem, Farid Larbi, Maryama Soumare, Wilfried Romoli, Tania Dessources, Mounir Amamra, Samir Zbrouki, Mohamed Ourdache, Garba Tounkara, Hana Savané
Dirección: Houda Benyamina
Los planes parecen ir bien. Rebecca las admite al clan y deben sortear los primeros problemas. El tráfico en la calle es en serio, ponen en riesgo su propia integridad. En el camino, la figura de Djigui -Kévin Mischel-, un joven bailarín de danza contemporánea, distrae los ojos de Dounia. Hay atracción, fuerza, tensión. El futuro de pronto se abre, la preocupación ya no radica solo en su amiga, también debe velar por ella misma. Su principal motivación es generar dinero rápido para poder tener todo lo que la vida le ha negado sistemáticamente y claro, ojalá junto a Djigui.
La cinta es conmovedora y por varias razones. La directora se sumerge en la marginalidad y no esconde sus consecuencias. La cámara incursiona en estos guetos sociales difíciles de describir. Ella los filma, lo hace con seguridad, poniendo delante a dos jóvenes que poseen características resilientes pero que sucumben ante lo resplandeciente, ante lo que parece sencillo, ante lo que se percibe como una oportunidad inmejorable. Money, money, money…
En un paralelo interesante, la banda sonora adquiere intensa presencia. El uso de piezas clásicas, de Handel y en especial el “Lacrimosa” del Requiem de Mozart, imprime una tensión transversal a las escenas. Los momentos complementarios son especiales, elegidos con sensibilidad, naturalidad y delicadeza. Además, agrega canciones y piezas que la compañía de danza ensaya, en una combinación estética muy bien balanceada.
El drama de la historia estremece y la construcción hacia el desenlace provoca desesperanza. Quisiéramos rescatar a estas adolescentes, prevenirlas de sus decisiones, de los caminos que eligen, de las personas a quienes quieren seguir y con quienes quieren relacionarse. No podemos, somos espectadores de su vulnerabilidad, observamos aquello que en ocasiones no queremos ver o que consciente o inconscientemente escondemos.
“Divines”, con actuaciones certeras y una mirada profunda, nos involucra. La energía que sale de la cinta es poderosa, en especial la que irradia la joven Oulaya Amamra. Ella trasluce sus miedos y conflictos internos, su búsqueda desesperada de una salida ante una condición de la que parece no poder escapar. Con una madre lejana, ni siquiera el soporte emocional le permite sobrellevar una pobreza material llena de grietas. Allí surge la amistad y el cariño de estas dos adolescentes que luchan por mejores condiciones, donde su espiritualidad está rota porque la esperanza de un futuro mejor se queda solo en el eslogan.
Ficha técnica
Título original: Divines
Año: 2016
Duración: 105 minutos
País: Francia
Productora: Easy Tiger, France 2 Cinema, France Télévisions
Género: Drama | Amistad. Adolescencia. DrogasGuion: Houda Benyamina, Romain Compingt
Música: Demusmaker
Fotografía: Julien Poupard
Reparto: Oulaya Amamra, Déborah Lukumuena, Kevin Mishel, Jisca Kalvanda, Yasin Houicha, Majdouline Idrissi, Bass Dhem, Farid Larbi, Maryama Soumare, Wilfried Romoli, Tania Dessources, Mounir Amamra, Samir Zbrouki, Mohamed Ourdache, Garba Tounkara, Hana Savané
Dirección: Houda Benyamina
domingo, 18 de octubre de 2020
David Attenborough: una vida en nuestro planeta
Disponible en Netflix.
¿Por qué tenemos que ver este documental? No solo por su espléndido contenido sino porque es un testimonio humano, de primera fuente, de una persona que ha dedicado su vida a contemplar y transmitir la naturaleza del mundo en toda su magnitud. “David Attenborough: una vida en nuestro planeta” es una declaración de principios. Viene de un testigo privilegiado, un hombre que a sus 93 años “ya viene de vuelta”. Y su experiencia conmueve.
El trabajo de los directores Alastair Fothergill, Jonnie Hughes y Keith Scholey comienza con una estación que impacta. Se trata de un lugar cercano a la planta nuclear de Chernobyl, evacuada en forma express luego de quedar inhabitable por la conocida tragedia. David Attenborough emerge allí, casi en las sombras, para recordarnos algo que nunca debemos perder de vista.
Con más de 60 años como naturalista, Attenborough ha viajado por casi todo el planeta. Sus registros, intercalados de diversas maneras en el documental, dan cuenta de los cambios que él ha apreciado personalmente en el tiempo. La biodiversidad se ha degenerado raudamente, de joven encontraba formas exótica, hoy prácticamente ya no existen.
Las imágenes son innegables. La retrospectiva no miente. Al contrario, acusa y lo hace de forma alarmante. Los océanos se han vaciado, los corales han ido muriendo, los peces han sido capturados en algunos casos hasta su extinción. Qué decir de selvas tropicales, vegetación silvestre, bosques nativos. Cada vez existe menos diversidad y cada vez hay más uniformidad de árboles para cultivo de aceite o madera. Seguimos arrasado la naturaleza.
David Attenborough es claro en su planteamiento. Esta es una crisis terminal y lo que se pronostica para las próximas décadas es sencillamente el fin; una nueva extinción masiva que se acerca a pasos agigantados. Hasta acá la denuncia es bastante similar a lo que conocemos, a las alertas emitidas por tantas organizaciones, personas, científicos y expertos que parecen no ser tomadas en cuenta por quienes deben tomar las decisiones más importantes sobre nuestro futuro.
Pero la tesis de “David Attenborough: una vida en nuestro planeta” no solo se queda en una denuncia. Lo más interesante de la propuesta es enunciar la base de un cambio; cambio individual, local, global. Así, el documentalista propone ejemplos vibrantes y exitosos; restricciones de pesca en la costa de Palau, agricultura sostenible en los Países Bajos, entre muchos otros.
La súplica de este carismático personaje es a revertir el ciclo, a producir el cambio porque aun es posible hacerlo. El llamado es a tomar verdadera conciencia que estamos matando nuestra casa, estamos liquidando las condiciones excepcionales que tenemos para la vida y finalmente provocaremos con ello nuestra propia extinción. Y es notable que el mensaje de fondo señale que seremos nosotros nuestras propias víctimas porque si nos extinguimos, la vida buscará nuevas formas de surgir -y ejemplos están por todas partes en este trabajo que contiene asombrosas fotografías y una edición deslumbrante- y finalmente se sobrepondrá a nuestros errores convirtiendo el desierto desolado en un exuberante paraíso de vida silvestre pero obviamente sin nosotros, los humanos.
¿Estamos a tiempo? Para David Attenborough aun podemos enmendar el rumbo y tomar decisiones correctas. Depende de nosotros aportar al cambio global. Es de esperar que estemos a la altura del desafío.
Ficha técnica
Título original: David Attenborough: A Life on Our Planet
Año: 2020
Duración: 83 minutos
País: Estados Unidos
Música: Steven Price
Fotografía: Gavin Thurston
Reparto: Documental (intervenciones de: David Attenborough)
Productora: Altitude Film Entertainment, Netflix, Silverback Films, World Wildlife Fund. Distribuida por Netflix
Género: Documental | Naturaleza
Dirección: Alastair Fothergill, Jonathan Hughes, Keith Scholey
¿Por qué tenemos que ver este documental? No solo por su espléndido contenido sino porque es un testimonio humano, de primera fuente, de una persona que ha dedicado su vida a contemplar y transmitir la naturaleza del mundo en toda su magnitud. “David Attenborough: una vida en nuestro planeta” es una declaración de principios. Viene de un testigo privilegiado, un hombre que a sus 93 años “ya viene de vuelta”. Y su experiencia conmueve.
El trabajo de los directores Alastair Fothergill, Jonnie Hughes y Keith Scholey comienza con una estación que impacta. Se trata de un lugar cercano a la planta nuclear de Chernobyl, evacuada en forma express luego de quedar inhabitable por la conocida tragedia. David Attenborough emerge allí, casi en las sombras, para recordarnos algo que nunca debemos perder de vista.
Con más de 60 años como naturalista, Attenborough ha viajado por casi todo el planeta. Sus registros, intercalados de diversas maneras en el documental, dan cuenta de los cambios que él ha apreciado personalmente en el tiempo. La biodiversidad se ha degenerado raudamente, de joven encontraba formas exótica, hoy prácticamente ya no existen.
Las imágenes son innegables. La retrospectiva no miente. Al contrario, acusa y lo hace de forma alarmante. Los océanos se han vaciado, los corales han ido muriendo, los peces han sido capturados en algunos casos hasta su extinción. Qué decir de selvas tropicales, vegetación silvestre, bosques nativos. Cada vez existe menos diversidad y cada vez hay más uniformidad de árboles para cultivo de aceite o madera. Seguimos arrasado la naturaleza.
David Attenborough es claro en su planteamiento. Esta es una crisis terminal y lo que se pronostica para las próximas décadas es sencillamente el fin; una nueva extinción masiva que se acerca a pasos agigantados. Hasta acá la denuncia es bastante similar a lo que conocemos, a las alertas emitidas por tantas organizaciones, personas, científicos y expertos que parecen no ser tomadas en cuenta por quienes deben tomar las decisiones más importantes sobre nuestro futuro.
Pero la tesis de “David Attenborough: una vida en nuestro planeta” no solo se queda en una denuncia. Lo más interesante de la propuesta es enunciar la base de un cambio; cambio individual, local, global. Así, el documentalista propone ejemplos vibrantes y exitosos; restricciones de pesca en la costa de Palau, agricultura sostenible en los Países Bajos, entre muchos otros.
La súplica de este carismático personaje es a revertir el ciclo, a producir el cambio porque aun es posible hacerlo. El llamado es a tomar verdadera conciencia que estamos matando nuestra casa, estamos liquidando las condiciones excepcionales que tenemos para la vida y finalmente provocaremos con ello nuestra propia extinción. Y es notable que el mensaje de fondo señale que seremos nosotros nuestras propias víctimas porque si nos extinguimos, la vida buscará nuevas formas de surgir -y ejemplos están por todas partes en este trabajo que contiene asombrosas fotografías y una edición deslumbrante- y finalmente se sobrepondrá a nuestros errores convirtiendo el desierto desolado en un exuberante paraíso de vida silvestre pero obviamente sin nosotros, los humanos.
¿Estamos a tiempo? Para David Attenborough aun podemos enmendar el rumbo y tomar decisiones correctas. Depende de nosotros aportar al cambio global. Es de esperar que estemos a la altura del desafío.
Ficha técnica
Título original: David Attenborough: A Life on Our Planet
Año: 2020
Duración: 83 minutos
País: Estados Unidos
Música: Steven Price
Fotografía: Gavin Thurston
Reparto: Documental (intervenciones de: David Attenborough)
Productora: Altitude Film Entertainment, Netflix, Silverback Films, World Wildlife Fund. Distribuida por Netflix
Género: Documental | Naturaleza
Dirección: Alastair Fothergill, Jonathan Hughes, Keith Scholey
miércoles, 14 de octubre de 2020
The Children Act
Disponible en Amazon Prime.
Esta película merece atención. Basada en la novela de Ian McEwan y adaptada al cine por el mismo autor, presenta la historia de Fiona Maye -Emma Thompson-, jueza de la División de Familia del Tribunal Superior de Justicia de Inglaterra y Gales. Fiona debe tomar decisiones importantes en el Tribunal, la mayoría de las veces referidas a casos complejos, donde la ética y la moral se vinculan con fuerza a los hechos que se presentan a juicio. En su vida personal, Fiona vive con su marido, el académico Jack Maye -Stanley Tucci-, con quien lleva casada más de 20 años, pero el matrimonio está en crisis; Jack reclama atención, ella no tiene tiempo para él.
A la corte de la jueza Maye llega un caso muy particular. Un joven de 17 años, Adam Henry -Fionn Whitehead-, padece leucemia. El hospital donde es atendido debe realizar una transfusión de sangre para poder efectuar el tratamiento completo. El joven y sus padres se niegan, son Testigos de Jehová y no lo aceptan porque va en contra de sus principios bíblicos. Ante esta disyuntiva, la jueza decide visitar a Adam en el hospital para conocer directamente su versión y así tomar una decisión.
Esta cinta está basada en valores. Lo que está en juego es precisamente un conflicto valórico de la mayor trascendencia. Por un lado la posición de la familia. Su libertad implica decidir si aceptan o rechazan el tratamiento. Es bastante claro que ese principio es fundamental, salvo el hecho que el joven es aun menor de edad, todavía no cumple 18 años, por lo que está a cargo de sus padres y legalmente no tiene la posibilidad de ser autónomo en su decisión. Aquello complica las cosas porque desde la otra parte tenemos la impugnación del hospital y del equipo médico para hacer todo lo posible por salvar su vida. Se sabe que sin el tratamiento, sin la transfusión, lo que viene es la muerte.
Este choque de valores, la libertad por una parte y la defensa de la vida por la otra, es tremendo. Mientras escuchamos los alegatos, es fácil coincidir con ambas partes. Los argumentos son de peso y ambos tienen razones fundadas y atendibles desde muchos puntos de vista. ¿Cómo se decide lo que es justo? ¿Cómo se puede aplicar justicia cuando se reclaman dos posiciones que tienen valor y verdad en sí mismas? Difícil tarea para un Tribunal y más aun para la persona que debe tomar la decisión. Es un dilema ético, valórico, social y humano de envergadura mayor.
Por cierto que en este conflicto tenemos la presencia de otros valores. Se trata del sentido de la vida, el vacío existencial cuando se está frente a una enfermedad grave. También cómo las enseñanzas religiosas influyen en la visión de una condición y las consecuencias que acarrea su tratamiento. Hay temor. Los padres saben que si autorizan la transfusión serán rechazados por su comunidad. Es crudo, no parece haber opción posible. Adam está convencido también. Prefiere morir y aceptar las consecuencias de la decisión de sus padres pues también la ha hecho propia.
Observamos una búsqueda de sentido, una ilusión y un sueño detrás del rechazo al tratamiento, pero también una contradicción, que no es evidente, pero que está presente en este joven de 17 años. Una decisión autónoma depende de la edad, y en este caso, él no tiene esa posibilidad. Otros deben decidir por él.
La película cuenta con actuaciones muy precisas. Emma Thompson interpreta su papel con seguridad y convicción, Stanley Tucci, si bien tiene un rol de soporte, entrega un plano personal importante y decisivo, mientras que Fionn Whitehead construye su personaje con una delicada complejidad, sin exagerar y dejando mucho espacio para que sus sentimientos fluyan adecuadamente.
El sentido de la cinta es apreciable desde varios ángulos. Junto al dilema valórico principal, se presentan otros que también tienen trascendencia moral. Es el caso de la crisis matrimonial de Fiona y Jack. Este conflicto, aparentemente menor en relación al primero, es relevante porque cruza transversalmente el relato. El arte se hace presente también, como una forma de conexión íntima con el ser, como un valor sustancial. Fiona toca el piano y también en ocasiones canta. En dúo con la voz lírica de otro abogado, su emoción artística es mayor que su expresión emocional como jueza, dejando traslucir conflictos interiores que no han sido resueltos y un nivel de contradicción imposible de ocultar. Cerca del final, una música paralela y superpuesta expresa inmejorablemente los sentimientos encontrados que conflictúan a la protagonista. Es de los momentos mejor logrados, porque la música entrega sentido y marca el camino hacia la resolución de la historia.
“The Children Act” tiene también mucho de arte, poesía y música. Podemos verla como una lección y una enseñanza. El conflicto de valores, si bien se inclina por un camino, no se resuelve porque es algo imposible de zanjar, menos en una sentencia judicial. “Mi elección”, “libre”, palabras en boca de Adam, cobran sentido en una conclusión que nos dejará con más dudas que certezas. Un plano abierto, que lentamente cobra altura y se aleja, cierra un trabajo que abre paso a una profunda reflexión.
Ficha técnica
Título original: The Children Act
Año: 2017
Duración: 105 minutos
País: Reino Unido
Productora: BBC Films, Filmnation Entertainment, Toledo Productions
Género: Drama | Drama judicial. Enfermedad
Guion: Ian McEwan (Novela: Ian McEwan)
Música: Stephen Warbeck
Fotografía: Andrew Dunn
Reparto: Emma Thompson, Stanley Tucci, Fionn Whitehead, Jason Watkins, Ben Chaplin, Rupert Vansittart, Anthony Calf, Rosie Cavaliero, Andrew Havill, Nicholas Jones, Dominic Carter, Micah Balfour, Nikki Amuka-Bird, Des McAleer, Eileen Walsh, Alex Felton, Honey Holmes, Chris Wilson, Daniel Eghan, Flor Ferraco, Ty Hurley
Dirección: Richard Eyre
Esta película merece atención. Basada en la novela de Ian McEwan y adaptada al cine por el mismo autor, presenta la historia de Fiona Maye -Emma Thompson-, jueza de la División de Familia del Tribunal Superior de Justicia de Inglaterra y Gales. Fiona debe tomar decisiones importantes en el Tribunal, la mayoría de las veces referidas a casos complejos, donde la ética y la moral se vinculan con fuerza a los hechos que se presentan a juicio. En su vida personal, Fiona vive con su marido, el académico Jack Maye -Stanley Tucci-, con quien lleva casada más de 20 años, pero el matrimonio está en crisis; Jack reclama atención, ella no tiene tiempo para él.
A la corte de la jueza Maye llega un caso muy particular. Un joven de 17 años, Adam Henry -Fionn Whitehead-, padece leucemia. El hospital donde es atendido debe realizar una transfusión de sangre para poder efectuar el tratamiento completo. El joven y sus padres se niegan, son Testigos de Jehová y no lo aceptan porque va en contra de sus principios bíblicos. Ante esta disyuntiva, la jueza decide visitar a Adam en el hospital para conocer directamente su versión y así tomar una decisión.
Esta cinta está basada en valores. Lo que está en juego es precisamente un conflicto valórico de la mayor trascendencia. Por un lado la posición de la familia. Su libertad implica decidir si aceptan o rechazan el tratamiento. Es bastante claro que ese principio es fundamental, salvo el hecho que el joven es aun menor de edad, todavía no cumple 18 años, por lo que está a cargo de sus padres y legalmente no tiene la posibilidad de ser autónomo en su decisión. Aquello complica las cosas porque desde la otra parte tenemos la impugnación del hospital y del equipo médico para hacer todo lo posible por salvar su vida. Se sabe que sin el tratamiento, sin la transfusión, lo que viene es la muerte.
Este choque de valores, la libertad por una parte y la defensa de la vida por la otra, es tremendo. Mientras escuchamos los alegatos, es fácil coincidir con ambas partes. Los argumentos son de peso y ambos tienen razones fundadas y atendibles desde muchos puntos de vista. ¿Cómo se decide lo que es justo? ¿Cómo se puede aplicar justicia cuando se reclaman dos posiciones que tienen valor y verdad en sí mismas? Difícil tarea para un Tribunal y más aun para la persona que debe tomar la decisión. Es un dilema ético, valórico, social y humano de envergadura mayor.
Por cierto que en este conflicto tenemos la presencia de otros valores. Se trata del sentido de la vida, el vacío existencial cuando se está frente a una enfermedad grave. También cómo las enseñanzas religiosas influyen en la visión de una condición y las consecuencias que acarrea su tratamiento. Hay temor. Los padres saben que si autorizan la transfusión serán rechazados por su comunidad. Es crudo, no parece haber opción posible. Adam está convencido también. Prefiere morir y aceptar las consecuencias de la decisión de sus padres pues también la ha hecho propia.
Observamos una búsqueda de sentido, una ilusión y un sueño detrás del rechazo al tratamiento, pero también una contradicción, que no es evidente, pero que está presente en este joven de 17 años. Una decisión autónoma depende de la edad, y en este caso, él no tiene esa posibilidad. Otros deben decidir por él.
La película cuenta con actuaciones muy precisas. Emma Thompson interpreta su papel con seguridad y convicción, Stanley Tucci, si bien tiene un rol de soporte, entrega un plano personal importante y decisivo, mientras que Fionn Whitehead construye su personaje con una delicada complejidad, sin exagerar y dejando mucho espacio para que sus sentimientos fluyan adecuadamente.
El sentido de la cinta es apreciable desde varios ángulos. Junto al dilema valórico principal, se presentan otros que también tienen trascendencia moral. Es el caso de la crisis matrimonial de Fiona y Jack. Este conflicto, aparentemente menor en relación al primero, es relevante porque cruza transversalmente el relato. El arte se hace presente también, como una forma de conexión íntima con el ser, como un valor sustancial. Fiona toca el piano y también en ocasiones canta. En dúo con la voz lírica de otro abogado, su emoción artística es mayor que su expresión emocional como jueza, dejando traslucir conflictos interiores que no han sido resueltos y un nivel de contradicción imposible de ocultar. Cerca del final, una música paralela y superpuesta expresa inmejorablemente los sentimientos encontrados que conflictúan a la protagonista. Es de los momentos mejor logrados, porque la música entrega sentido y marca el camino hacia la resolución de la historia.
“The Children Act” tiene también mucho de arte, poesía y música. Podemos verla como una lección y una enseñanza. El conflicto de valores, si bien se inclina por un camino, no se resuelve porque es algo imposible de zanjar, menos en una sentencia judicial. “Mi elección”, “libre”, palabras en boca de Adam, cobran sentido en una conclusión que nos dejará con más dudas que certezas. Un plano abierto, que lentamente cobra altura y se aleja, cierra un trabajo que abre paso a una profunda reflexión.
Ficha técnica
Título original: The Children Act
Año: 2017
Duración: 105 minutos
País: Reino Unido
Productora: BBC Films, Filmnation Entertainment, Toledo Productions
Género: Drama | Drama judicial. Enfermedad
Guion: Ian McEwan (Novela: Ian McEwan)
Música: Stephen Warbeck
Fotografía: Andrew Dunn
Reparto: Emma Thompson, Stanley Tucci, Fionn Whitehead, Jason Watkins, Ben Chaplin, Rupert Vansittart, Anthony Calf, Rosie Cavaliero, Andrew Havill, Nicholas Jones, Dominic Carter, Micah Balfour, Nikki Amuka-Bird, Des McAleer, Eileen Walsh, Alex Felton, Honey Holmes, Chris Wilson, Daniel Eghan, Flor Ferraco, Ty Hurley
Dirección: Richard Eyre
viernes, 9 de octubre de 2020
Pienso en el final
Disponible en Netflix.
Basada en la novela homónima de Ian Reid, escrita el 2016, esta cinta muestra a una mujer joven que está por dejar a su novio. Se conocen hace pocas semanas y Jake -Jesse Plemons- le invita a una granja a conocer a sus padres. El viaje es largo, la nieve abundante y la conversación incómoda, tan fría como el entorno.
Charlie Kaufman es responsable del guion y la dirección de esta película. Los textos son extensos y deben ser interpretados. Solo tres locaciones, mayoritariamente interiores cerrados, conforman el marco en el que los actores deben representar sus personajes. Por momentos observamos cuadros teatrales, al interior del auto, en la casa de los padres de Jack, en la secundaria, son espacios con escasa capacidad de movimiento. Kaufman explota al máximo los ángulos y la edición para poder entregar una visión diferente de sus protagonistas, aun así, se imponen los diálogos.
“Pienso en el final” señala la joven protagonista. ¿Qué significa? Comienzan así las interpretaciones sobre una película que traspasa la barrera de lo real. No podemos ser lineales ni tampoco leer solo la superficie. Observamos -más bien escuchamos- un relato que es sobre la vida, sobre decisiones, sobre lo pasado, lo presente y lo futuro. La temporalidad está en duda. Asaltan dudas y no obtenemos respuesta. Debemos seguir adelante y observar mentes que divagan, que auscultan, que cuestionan, que se desprenden de lo físico y que se introducen en los contornos de un pensamiento que incursiona en los rincones más profundos del alma.
“Pienso en el final” es de esas películas que pide trabajo adicional. Si no estamos dispuestos, podría pasar sin pena ni gloria. Es necesario un punto de atención mayor porque lo esencial no es lo evidente. Es por eso que la construcción de la cinta puede confundirnos al comienzo, porque asume una forma que luego abandona. Si no estamos alerta, pasamos de largo, podemos ingresar a otra historia. Las fases también se pueden camuflar, por eso la visión de este trabajo debe incluir una fuerte dosis de duda. A esta altura, o lo hemos abandonado o seguimos esperando que se nos devele la conclusión.
Charlie Kaufman se las arregla para hacernos pensar, incluso para tener visiones diametralmente opuestas acerca de su composición. Surge ese cuestionamiento interno sobre el arte, sobre lo que estoy viendo, sobre la dimensión y el peso específico de la obra. Es inevitable, casi una obligación, hacerlo. La complejidad asoma pero sin un dibujo claro, como una madeja extraña que invita a descifrarla. En el momento es prácticamente imposible decodificar muchos de sus mensajes, debemos dejarlos para una reflexión posterior; horas, días, semanas tal vez.
Esta película sale de lo común y en ello tiene su mayor mérito. Podemos encausarla y clasificarla sin observar detalles que pueden ser importantes. Los textos tienen un poder que va más allá de las palabras y tenemos que leerlos bien. La profundad que adquieran depende de nosotros, depende del esfuerzo que estemos dispuestos a realizar y también -ojo- del estado de ánimo en que nos encontremos al momento de recibirlos. En ese momento, solos con nosotros mismos, podemos también reconsiderar nuestra vida, nuestras relaciones y mirar hacia nuestro futuro. Recién allí tal vez podremos entregarle sentido a una historia que se interna por nuestros propios recovecos y que nos impulsa a pensar en nuestro propio final.
Ficha técnica
Título original: I’m Thinking of Ending Things
Año: 2020
Duración: 134 minutos
País: Estados Unidos
Productora: Distribuida por Netflix. Likely Story
Género: Intriga. Drama | Road Movie. Thriller psicológico. Surrealismo
Guion: Charlie Kaufman (Novela: Ian Reid)
Música: Jay Wadley
Fotografía: Lukasz Zal
Reparto: Jessie Buckley, Jesse Plemons, Toni Collette, David Thewlis, Guy Boyd, Colby Minifie, Jason Ralph, Abby Quinn, Teddy Coluca, Ashlyn Alessi, Hadley Robinson, Dj Nino Carta, Austin Ferris, Dannielle Rose, Brooke Elardo, Varvara Cardenas, Monica Ayres, James Glorioso Jr., Thomas Hatz, Albert Skowronski, Liggera Edmonds-Allen, Julie Chateauvert, Kamran Saliani
Dirección: Charlie Kaufman
Basada en la novela homónima de Ian Reid, escrita el 2016, esta cinta muestra a una mujer joven que está por dejar a su novio. Se conocen hace pocas semanas y Jake -Jesse Plemons- le invita a una granja a conocer a sus padres. El viaje es largo, la nieve abundante y la conversación incómoda, tan fría como el entorno.
Charlie Kaufman es responsable del guion y la dirección de esta película. Los textos son extensos y deben ser interpretados. Solo tres locaciones, mayoritariamente interiores cerrados, conforman el marco en el que los actores deben representar sus personajes. Por momentos observamos cuadros teatrales, al interior del auto, en la casa de los padres de Jack, en la secundaria, son espacios con escasa capacidad de movimiento. Kaufman explota al máximo los ángulos y la edición para poder entregar una visión diferente de sus protagonistas, aun así, se imponen los diálogos.
“Pienso en el final” señala la joven protagonista. ¿Qué significa? Comienzan así las interpretaciones sobre una película que traspasa la barrera de lo real. No podemos ser lineales ni tampoco leer solo la superficie. Observamos -más bien escuchamos- un relato que es sobre la vida, sobre decisiones, sobre lo pasado, lo presente y lo futuro. La temporalidad está en duda. Asaltan dudas y no obtenemos respuesta. Debemos seguir adelante y observar mentes que divagan, que auscultan, que cuestionan, que se desprenden de lo físico y que se introducen en los contornos de un pensamiento que incursiona en los rincones más profundos del alma.
“Pienso en el final” es de esas películas que pide trabajo adicional. Si no estamos dispuestos, podría pasar sin pena ni gloria. Es necesario un punto de atención mayor porque lo esencial no es lo evidente. Es por eso que la construcción de la cinta puede confundirnos al comienzo, porque asume una forma que luego abandona. Si no estamos alerta, pasamos de largo, podemos ingresar a otra historia. Las fases también se pueden camuflar, por eso la visión de este trabajo debe incluir una fuerte dosis de duda. A esta altura, o lo hemos abandonado o seguimos esperando que se nos devele la conclusión.
Charlie Kaufman se las arregla para hacernos pensar, incluso para tener visiones diametralmente opuestas acerca de su composición. Surge ese cuestionamiento interno sobre el arte, sobre lo que estoy viendo, sobre la dimensión y el peso específico de la obra. Es inevitable, casi una obligación, hacerlo. La complejidad asoma pero sin un dibujo claro, como una madeja extraña que invita a descifrarla. En el momento es prácticamente imposible decodificar muchos de sus mensajes, debemos dejarlos para una reflexión posterior; horas, días, semanas tal vez.
Esta película sale de lo común y en ello tiene su mayor mérito. Podemos encausarla y clasificarla sin observar detalles que pueden ser importantes. Los textos tienen un poder que va más allá de las palabras y tenemos que leerlos bien. La profundad que adquieran depende de nosotros, depende del esfuerzo que estemos dispuestos a realizar y también -ojo- del estado de ánimo en que nos encontremos al momento de recibirlos. En ese momento, solos con nosotros mismos, podemos también reconsiderar nuestra vida, nuestras relaciones y mirar hacia nuestro futuro. Recién allí tal vez podremos entregarle sentido a una historia que se interna por nuestros propios recovecos y que nos impulsa a pensar en nuestro propio final.
Ficha técnica
Título original: I’m Thinking of Ending Things
Año: 2020
Duración: 134 minutos
País: Estados Unidos
Productora: Distribuida por Netflix. Likely Story
Género: Intriga. Drama | Road Movie. Thriller psicológico. Surrealismo
Guion: Charlie Kaufman (Novela: Ian Reid)
Música: Jay Wadley
Fotografía: Lukasz Zal
Reparto: Jessie Buckley, Jesse Plemons, Toni Collette, David Thewlis, Guy Boyd, Colby Minifie, Jason Ralph, Abby Quinn, Teddy Coluca, Ashlyn Alessi, Hadley Robinson, Dj Nino Carta, Austin Ferris, Dannielle Rose, Brooke Elardo, Varvara Cardenas, Monica Ayres, James Glorioso Jr., Thomas Hatz, Albert Skowronski, Liggera Edmonds-Allen, Julie Chateauvert, Kamran Saliani
Dirección: Charlie Kaufman
miércoles, 7 de octubre de 2020
Operación Hermanos
Disponible en Netflix.
Esta película, inspirada en hechos reales, narra la historia de un grupo de operaciones especiales que intenta rescatar a cientos de refugiados etíopes. Estos agentes son parte del Mossad -servicio secreto de Israel- y están liderados por Ari Levinson -Chris Evans-, junto a Sammy Navon -Alessandro Nivola-. En el campo sudanés, el líder es Kebede Bimro -Michael K. Williams-, para quien esta no es una misión cualquiera sino que es “su vida”. El gobierno ha matado a cientos de familias y seguirá si no se hace algo, es otro genocidio, pero esta vez en África.
Transcurren los albores de los años 80. El plan consiste en usar las instalaciones de un centro de buceo abandonado como base y eso es lo que entrega el título original a la cinta: “The Red Sea Diving Resort”. La ubicación es privilegiada, están lejos de los centros urbanos y al borde del mar, un aliado indiscutible al momento de elegir e implementar la estrategia de rescate.
Con guion y dirección de Gideon Raff, este trabajo se enfoca en un tema agrio y recurrente, las persecuciones políticas, raciales, étnicas, sociales, etc. En este caso, son etíopes judíos quienes están en el centro y los esfuerzos por ayudarlos no son sencillos. De partida, parece que su situación lo le importara a nadie y que la conformación de este grupo es casi un saludo a la bandera. “Si algo sale mal están solos, no hay respaldo ni plan B”, les dicen. ¡Vaya ayuda de quienes tienen la responsabilidad mayor!
La cinta se construye desde la perspectiva de los agentes de campo pero poco y nada conocemos sobre ellos. Allí el guion es flojo, no entrega demasiado contexto y tampoco posibilita que nos acerquemos a los personajes desde una perspectiva más humana. Algo falta en la caracterización que no logra describir sus rasgos más íntimos, ya sea por omisión o bien por decisión. Ni siquiera de su líder conocemos mucho más, aunque una de las escenas finales ratifica que es algo hecho conscientemente.
El metraje camina lento y la configuración de la historia tarda bastante. Es cierto, observamos los acontecimientos, hay algo de acción entremedio, pero en general la trama se va cocinando a fuego lento. Tanto es el letargo que se produce durante el metraje que el cambio de ritmo en el cuarto final parece no tener relación con lo que le antecede y se ve como sacado de otro filme.
Luego del final, y no es adelanto, viene algo interesante. Imágenes reales de lo sucedido se muestran junto a los créditos finales. Entendemos mejor el sentido del filme, es un homenaje, un reconocimiento a la valentía de quienes se desplegaron en esta ayuda humanitaria poniendo en riesgo su propia vida. Resuena el valor de la ayuda hacia el abandono y la humillación sufrida, surgen las manos que brindan apoyo y refugio, sabemos que a esta primera operación le siguieron otras; la Operación Moisés, la Operación Josué y la Operación Salomón. Los rostros de los rescatados expresan más que mil palabras; gratitud eterna y esperanza por una nueva vida que les espera.
Ficha técnica
Título original: The Red Sea Diving Resort
Año: 2019
Duración: 129 minutos
País: Estados Unidos
Productora: Distribuida por Netflix. Emjag Productions, Shaken Not Stirred, Bron Studios, Creative Wealth Media Finance, Fox Searchlight
Género: Thriller. Drama | Basado en hechos reales. Años 80. África
Guion: Gideon Raff
Música: Mychael Danna
Fotografía: Roberto Schaefer
Reparto: Chris Evans, Alessandro Nivola, Haley Bennett, Michiel Huisman, Ben Kingsley, Michael Kenneth Williams, Greg Kinnear, Mark Ivanir, Alex Hassell, Alona Tal, Chris Chalk, Vere Tindale, Patrick Lyster, Danny Keough, Connor Dowds, Karl Thaning, Philip Waley, Lawrence Joffe, Schelaine Bennett, Anthony Oseyemi, Clayton Boyd, Chad Phillips, Barbara Marie Immelman, Tuks Tad Lungu, Brett Williams, Dorothy Ann Gould, Hope Thangata
Dirección: Gideon Raff
Esta película, inspirada en hechos reales, narra la historia de un grupo de operaciones especiales que intenta rescatar a cientos de refugiados etíopes. Estos agentes son parte del Mossad -servicio secreto de Israel- y están liderados por Ari Levinson -Chris Evans-, junto a Sammy Navon -Alessandro Nivola-. En el campo sudanés, el líder es Kebede Bimro -Michael K. Williams-, para quien esta no es una misión cualquiera sino que es “su vida”. El gobierno ha matado a cientos de familias y seguirá si no se hace algo, es otro genocidio, pero esta vez en África.
Transcurren los albores de los años 80. El plan consiste en usar las instalaciones de un centro de buceo abandonado como base y eso es lo que entrega el título original a la cinta: “The Red Sea Diving Resort”. La ubicación es privilegiada, están lejos de los centros urbanos y al borde del mar, un aliado indiscutible al momento de elegir e implementar la estrategia de rescate.
Con guion y dirección de Gideon Raff, este trabajo se enfoca en un tema agrio y recurrente, las persecuciones políticas, raciales, étnicas, sociales, etc. En este caso, son etíopes judíos quienes están en el centro y los esfuerzos por ayudarlos no son sencillos. De partida, parece que su situación lo le importara a nadie y que la conformación de este grupo es casi un saludo a la bandera. “Si algo sale mal están solos, no hay respaldo ni plan B”, les dicen. ¡Vaya ayuda de quienes tienen la responsabilidad mayor!
La cinta se construye desde la perspectiva de los agentes de campo pero poco y nada conocemos sobre ellos. Allí el guion es flojo, no entrega demasiado contexto y tampoco posibilita que nos acerquemos a los personajes desde una perspectiva más humana. Algo falta en la caracterización que no logra describir sus rasgos más íntimos, ya sea por omisión o bien por decisión. Ni siquiera de su líder conocemos mucho más, aunque una de las escenas finales ratifica que es algo hecho conscientemente.
El metraje camina lento y la configuración de la historia tarda bastante. Es cierto, observamos los acontecimientos, hay algo de acción entremedio, pero en general la trama se va cocinando a fuego lento. Tanto es el letargo que se produce durante el metraje que el cambio de ritmo en el cuarto final parece no tener relación con lo que le antecede y se ve como sacado de otro filme.
Luego del final, y no es adelanto, viene algo interesante. Imágenes reales de lo sucedido se muestran junto a los créditos finales. Entendemos mejor el sentido del filme, es un homenaje, un reconocimiento a la valentía de quienes se desplegaron en esta ayuda humanitaria poniendo en riesgo su propia vida. Resuena el valor de la ayuda hacia el abandono y la humillación sufrida, surgen las manos que brindan apoyo y refugio, sabemos que a esta primera operación le siguieron otras; la Operación Moisés, la Operación Josué y la Operación Salomón. Los rostros de los rescatados expresan más que mil palabras; gratitud eterna y esperanza por una nueva vida que les espera.
Ficha técnica
Título original: The Red Sea Diving Resort
Año: 2019
Duración: 129 minutos
País: Estados Unidos
Productora: Distribuida por Netflix. Emjag Productions, Shaken Not Stirred, Bron Studios, Creative Wealth Media Finance, Fox Searchlight
Género: Thriller. Drama | Basado en hechos reales. Años 80. África
Guion: Gideon Raff
Música: Mychael Danna
Fotografía: Roberto Schaefer
Reparto: Chris Evans, Alessandro Nivola, Haley Bennett, Michiel Huisman, Ben Kingsley, Michael Kenneth Williams, Greg Kinnear, Mark Ivanir, Alex Hassell, Alona Tal, Chris Chalk, Vere Tindale, Patrick Lyster, Danny Keough, Connor Dowds, Karl Thaning, Philip Waley, Lawrence Joffe, Schelaine Bennett, Anthony Oseyemi, Clayton Boyd, Chad Phillips, Barbara Marie Immelman, Tuks Tad Lungu, Brett Williams, Dorothy Ann Gould, Hope Thangata
Dirección: Gideon Raff
lunes, 5 de octubre de 2020
Una canción de amor para Latasha
Disponible en Netflix.
El 16 de Marzo de 1991 Latasha Harlins, una niña afroamericana de 15 años, fue asesinada por Soon Ja Du, una mujer de 51 años, nacida en Corea y dueña de la tienda donde la joven había concurrido a comprar un jugo de naranja. El juicio y la posterior sentencia de la jueza Joyce Karlin contribuyeron a generar los disturbios de Los Ángeles del año 1992.
Este documental de Sophia Nahli Allison es un homenaje a Latasha. A través del testimonio de sus más cercanos conocemos a esta joven, sus intereses, su sueños e ideales. Es imposible no conmoverse, porque este delicado trabajo no se queda en su muerte, sino que realza lo que Latasha fue en vida, además de presentar lo que ella soñaba para un futuro irremediablemente frustrado.
En solo 18 minutos, Nahli Allison logra construir una imagen que permanece. Las voces “en off” y una sucesión de imágenes difusas que se intercalan junto a otras de mayor nitidez, crean la atmósfera que nos guía en un viaje al presente de Latasha. La narración del fatídico 16 de marzo adquiere un tono diferente, en contraste; ahora son imágenes distintas, pinceladas gráficas sobre fondos negros, las que enmarcan el relato de un hecho que nunca debió suceder.
“Una canción de amor para Latasha” contribuye a no perder de vista el foco de la discriminación racial y los abusos. Su confección no es en base al odio -algo que podría ser incluso natural ante esta desproporción e injusticia evidente- sino al contrario, se centra en el amor, en la bondad, en la celebración de la vida y en relevar esta historia para que con su trascendencia nos sirva como ejemplo. Es necesario pronunciar un NUNCA MÁS que sea tan sincero como verdadero; lo merece Latasha y tantas otras personas que han sufrido esta inconcebible e inaceptable violencia racial.
Ficha técnica
Título original: A Love Song for Latasha
Año: 2019
Duración: 18 minutos
País: Estados Unidos
Género: Documental | Cortometraje. Biográfico
Música: Minna Choi
Fotografía: Sophia Nahli Allison
Reparto: Documentary, Tybie O'Bard, Shinese Harlins, Zoe Flint, Nnenna Brown, Juanita Jennings, Marley Cortez, Londyn Sharp, Raigan Irons, Irie Hudson
Dirección: Sophia Nahli Allison
El 16 de Marzo de 1991 Latasha Harlins, una niña afroamericana de 15 años, fue asesinada por Soon Ja Du, una mujer de 51 años, nacida en Corea y dueña de la tienda donde la joven había concurrido a comprar un jugo de naranja. El juicio y la posterior sentencia de la jueza Joyce Karlin contribuyeron a generar los disturbios de Los Ángeles del año 1992.
Este documental de Sophia Nahli Allison es un homenaje a Latasha. A través del testimonio de sus más cercanos conocemos a esta joven, sus intereses, su sueños e ideales. Es imposible no conmoverse, porque este delicado trabajo no se queda en su muerte, sino que realza lo que Latasha fue en vida, además de presentar lo que ella soñaba para un futuro irremediablemente frustrado.
En solo 18 minutos, Nahli Allison logra construir una imagen que permanece. Las voces “en off” y una sucesión de imágenes difusas que se intercalan junto a otras de mayor nitidez, crean la atmósfera que nos guía en un viaje al presente de Latasha. La narración del fatídico 16 de marzo adquiere un tono diferente, en contraste; ahora son imágenes distintas, pinceladas gráficas sobre fondos negros, las que enmarcan el relato de un hecho que nunca debió suceder.
“Una canción de amor para Latasha” contribuye a no perder de vista el foco de la discriminación racial y los abusos. Su confección no es en base al odio -algo que podría ser incluso natural ante esta desproporción e injusticia evidente- sino al contrario, se centra en el amor, en la bondad, en la celebración de la vida y en relevar esta historia para que con su trascendencia nos sirva como ejemplo. Es necesario pronunciar un NUNCA MÁS que sea tan sincero como verdadero; lo merece Latasha y tantas otras personas que han sufrido esta inconcebible e inaceptable violencia racial.
Ficha técnica
Título original: A Love Song for Latasha
Año: 2019
Duración: 18 minutos
País: Estados Unidos
Género: Documental | Cortometraje. Biográfico
Música: Minna Choi
Fotografía: Sophia Nahli Allison
Reparto: Documentary, Tybie O'Bard, Shinese Harlins, Zoe Flint, Nnenna Brown, Juanita Jennings, Marley Cortez, Londyn Sharp, Raigan Irons, Irie Hudson
Dirección: Sophia Nahli Allison
jueves, 1 de octubre de 2020
Incompresa (Incomprendida)
Disponible en www.arcadiafilms.cl
Aria -Giulia Salerno- tiene nueve años, su padre es un actor famoso y su madre una reconocida pianista. Tiene dos hermanastras, ella es la más chica. Sus padres no se toleran, se gritan, se tratan incluso a golpes; se están separando. El hogar se torna insoportable. Su día a día lo pasa con su mejor amiga a quien imita, es su referente, es lo más cercano que tiene. Ambas hacen todo, juegos, travesuras, incluso algunas cosas prohibidas para su corta edad. Aria adopta un gato negro y lo bautiza como “Dac”. No solo es su mascota, es su confidente, su compañía, o como ella le dice, “su ángel de la guarda”.
Es Roma y corre el año 1984. Lo que vive esta pequeña niña es insufrible. La violencia en la que se encuentra sumergida es inenarrable. Y el punto se agrava luego de la separación de los padres porque Aria es obligada a deambular entre sus casas. Parece un verdadero juego de ping pong o de fútbol; un peloteo indescriptible hacia una niña que solo busca cariño, un refugio, el calor de un hogar amoroso.
La directora Asia Argento filma de cerca un drama mayúsculo. Con pulso firme y sin duda alguna, la cámara se sitúa en una posición privilegiada para retratar los sentimientos de sus protagonistas. La emotividad brota, especialmente al observar la situación impuesta a la pequeña Aria. El relato es crudo y duro, no cabe interpretarlo porque lo apreciamos en primera persona. La desprotección es máxima. El padre, preocupado de su carrera, de su imagen y tal vez un poco de la hija mayor que se muda con él, brilla por su ausencia emocional y desapego. No solo no conecta, no existe el menor indicio de tener alguna vaga intención de hacerlo. La madre, por su parte, cambia su carácter tan seguido como cambia de pareja. Así la vemos, cercana y lejana al mismo tiempo, en un sopor inteligible, con intenciones ambiguas y una neurosis que generalmente estalla en la cara de su pequeña hija.
La cinta tiene el mérito de internarse en un ambiente tóxico. Aria sufre pero también debe generar resiliencia. El tema es que aún es muy pequeña y todo se le hace cuesta arriba. Trata de sobreponerse, lo intenta, pero cada vez que avanza un poquito, algo sucede y el retroceso es un golpe seco. Aún así continúa intentando, surgen posibles escapes, distractores y nuevas motivaciones, pero nunca son suficientes para reemplazar lo que internamente busca afanosamente; protección y cariño.
La elaboración de la cinta exagera muchísimo, por ello la visualización resulta difícil. La banda sonora es detonante de sensaciones anexas a la historia, y en mi caso, me aleja del foco íntimo, del centro del relato. Las imágenes crean atmósferas elocuentes, con tonos fotográficos precisos, orientados a conseguir su objetivo; mostrar ambientes en situaciones extremas.
“Incomprendida” es interesante aunque nos ahogue en el camino. Su abundante violencia física, verbal y no verbal es extenuante. Se nos aprieta el corazón. Quisiéramos rescatar a Aria de las garras de unos padres invisibles, que no son capaces de darse cuenta lo que hacen -o dejan de hacer- y del daño que generan. Pero estamos aquí, delante de la pantalla, sin poder comprender por qué sucede. Empatizamos con la pequeña, reflexionamos sobre la paternidad responsable. ¿Qué es lo que no entendieron sobre eso los padres de Aria? A veces es necesario visibilizar los problemas con ejemplos exagerados para crear conciencia de situaciones que por ningún motivo se pueden normalizar ni menos aceptar.
Ficha técnica
Título original: Incompresa (Misunderstood)
Año: 2014
Duración: 103 minutos
País: Italia
Productora: Coproducción Italia-Francia; Wildside, Paradis Films
Género: Drama | Familia. Infancia. Años 80
Guion: Asia Argento, Barbara Alberti
Fotografía: Nicola Pecorini
Reparto: Giulia Salerno, Charlotte Gainsbourg, Gabriel Garko, Gianmarco Tognazzi, Anna Lou Castoldi, Carolina Poccioni
Dirección: Asia Argento
Aria -Giulia Salerno- tiene nueve años, su padre es un actor famoso y su madre una reconocida pianista. Tiene dos hermanastras, ella es la más chica. Sus padres no se toleran, se gritan, se tratan incluso a golpes; se están separando. El hogar se torna insoportable. Su día a día lo pasa con su mejor amiga a quien imita, es su referente, es lo más cercano que tiene. Ambas hacen todo, juegos, travesuras, incluso algunas cosas prohibidas para su corta edad. Aria adopta un gato negro y lo bautiza como “Dac”. No solo es su mascota, es su confidente, su compañía, o como ella le dice, “su ángel de la guarda”.
Es Roma y corre el año 1984. Lo que vive esta pequeña niña es insufrible. La violencia en la que se encuentra sumergida es inenarrable. Y el punto se agrava luego de la separación de los padres porque Aria es obligada a deambular entre sus casas. Parece un verdadero juego de ping pong o de fútbol; un peloteo indescriptible hacia una niña que solo busca cariño, un refugio, el calor de un hogar amoroso.
La directora Asia Argento filma de cerca un drama mayúsculo. Con pulso firme y sin duda alguna, la cámara se sitúa en una posición privilegiada para retratar los sentimientos de sus protagonistas. La emotividad brota, especialmente al observar la situación impuesta a la pequeña Aria. El relato es crudo y duro, no cabe interpretarlo porque lo apreciamos en primera persona. La desprotección es máxima. El padre, preocupado de su carrera, de su imagen y tal vez un poco de la hija mayor que se muda con él, brilla por su ausencia emocional y desapego. No solo no conecta, no existe el menor indicio de tener alguna vaga intención de hacerlo. La madre, por su parte, cambia su carácter tan seguido como cambia de pareja. Así la vemos, cercana y lejana al mismo tiempo, en un sopor inteligible, con intenciones ambiguas y una neurosis que generalmente estalla en la cara de su pequeña hija.
La cinta tiene el mérito de internarse en un ambiente tóxico. Aria sufre pero también debe generar resiliencia. El tema es que aún es muy pequeña y todo se le hace cuesta arriba. Trata de sobreponerse, lo intenta, pero cada vez que avanza un poquito, algo sucede y el retroceso es un golpe seco. Aún así continúa intentando, surgen posibles escapes, distractores y nuevas motivaciones, pero nunca son suficientes para reemplazar lo que internamente busca afanosamente; protección y cariño.
La elaboración de la cinta exagera muchísimo, por ello la visualización resulta difícil. La banda sonora es detonante de sensaciones anexas a la historia, y en mi caso, me aleja del foco íntimo, del centro del relato. Las imágenes crean atmósferas elocuentes, con tonos fotográficos precisos, orientados a conseguir su objetivo; mostrar ambientes en situaciones extremas.
“Incomprendida” es interesante aunque nos ahogue en el camino. Su abundante violencia física, verbal y no verbal es extenuante. Se nos aprieta el corazón. Quisiéramos rescatar a Aria de las garras de unos padres invisibles, que no son capaces de darse cuenta lo que hacen -o dejan de hacer- y del daño que generan. Pero estamos aquí, delante de la pantalla, sin poder comprender por qué sucede. Empatizamos con la pequeña, reflexionamos sobre la paternidad responsable. ¿Qué es lo que no entendieron sobre eso los padres de Aria? A veces es necesario visibilizar los problemas con ejemplos exagerados para crear conciencia de situaciones que por ningún motivo se pueden normalizar ni menos aceptar.
Ficha técnica
Título original: Incompresa (Misunderstood)
Año: 2014
Duración: 103 minutos
País: Italia
Productora: Coproducción Italia-Francia; Wildside, Paradis Films
Género: Drama | Familia. Infancia. Años 80
Guion: Asia Argento, Barbara Alberti
Fotografía: Nicola Pecorini
Reparto: Giulia Salerno, Charlotte Gainsbourg, Gabriel Garko, Gianmarco Tognazzi, Anna Lou Castoldi, Carolina Poccioni
Dirección: Asia Argento
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