miércoles, 4 de diciembre de 2013

Concierto Orquesta Filarmónica de Santiago - Debussy, Prokoffiev y Stravinsky

El martes 3 de diciembre de 2013, la Orquesta Filarmónica de Santiago se trasladó al Teatro Caupolicán para su Concierto de Temporada producto del incendio ocurrido semanas antes en el principal recinto de calle San Antonio. El programa en esta ocasión contaba con el debut del joven director chileno Paolo Bortolameolli y la participación de la pianista lituana Muza Rubackyté.

El concierto comenzó con el “Preludio a la siesta de un fauno” de Claude Debussy, una obra llena de colores e imágenes, con impresiones descritas como pinceladas en una fina tela sonora. Desde el solo inicial de la flauta -excelente sonido y expresión de Eduardo Pereda-, la paleta orquestal diseñada por Debussy solo se vislumbra debido a una acústica indudablemente poco adecuada para apreciar los sutiles cambios dinámicos y los enlaces tímbricos de los solistas. Tampoco colabora al vuelo de la obra una versión en exceso cadenciosa, en la que cada compás pareciera esperar su propia definición en el siguiente, fragmentando la pieza y cortando la fluidez del discurso.

La segunda obra presentada fue el tercer concierto para piano de Sergei Prokoffiev. La solista, de forma sencilla, lució un virtuosismo no exento de dificultades y una musicalidad grácil. No obstante dificultades de balance -el piano era por largos pasajes superado por el volumen orquestal- y algunos desajustes rítmicos principalmente en los ataques y comienzos de frases, orquesta y solista sacaron a relucir el genio del compositor en una versión más motora que expresiva.

Finalizó el programa con una nueva versión de la ya centenaria “Consagración de la Primavera” de Igor Stravinsky. A pesar de la gran cantidad de interpretaciones, esta obra magistral se abre paso cada vez para mostrarse nueva, inquieta y juvenil, considerando la gran dificultad técnica que entrega como desafío a cada familia instrumental y por cierto a quien la dirige. Bortolameolli condujo a la Filarmónica sin partitura -lo que es un desafío mayor aunque sin duda constituye una ventajosa conexión con los músicos- logrando por momentos notables efectos en especial con bronces y percusión. 

Lamentablemente la acústica no contribuyó para apreciar dinámicas -aquellas más sutiles- y colores de instrumentos que no siempre tienen una participación destacada en los grandes tuttis orquestales como la flauta en sol y el contrafagot. En un evidente desequilibrio, la cuerda no pudo nunca contrarrestar la fuerza de los metales y las maderas -literalmente al medio de ambos grupos- tampoco pudo brillar como corresponde. La versión que escuchamos, rítmicamente correcta, se inclinó más por la certeza de la unidad que por la expresión de una fuerza interior que busca permanentemente desalojar una tensión contenida desde el agudo solo de fagot del comienzo. Algo angulada y con muchos cortes abruptos, la gestualidad de Bortolameolli imprimió potencia y audacia a una obra que también necesita de una pausa reflexiva, como contraste al motor rítmico que la constituye, momentos en que la dirección pareció más liviana y carente de la profundidad expresiva requerida. En síntesis, una joven versión -no brillante-, con una Orquesta cada vez más afiatada y compenetrada, que marca el debut Filarmónico de un talentoso director que sin duda tendrá muchos desafíos por delante con una exitosa carrera.

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