jueves, 9 de abril de 2009

Gran Torino


Desde que vi las primeras sinópsis quedé muy expectante por esta película. Se presentaba como un film sobre un hombre viejo, tosco, gruñón que, inserto en un barrio que ya no es lo que era, muestra todo su desagrado por todos y por todo. Los cortos hacían presumir la trama... este hombre debía sufrir un cambio importante y aquello debía ser la médula de la cinta.

Pues bien, al ver finalmente la película se me confirman todas y cada una de las intuiciones previstas. De alguna manera el guión lo conocemos o adivinamos hasta muy avanzado el metraje. Donde están las claves, podemos preguntar: la respuesta radica en la genialidad que un director tiene para dar forma a un relato predecible y en los detalles que rodean la construcción del drama.

En este caso, Clint Eastwood actúa y dirige la cinta, algo no menor pues sin duda debe ser complejo manejar la idea de dejar la cámara en otras manos mientras se realiza un papel protagónico. Es como estar aquí y allá al mismo tiempo. Su personaje, Walt Kowalski, está construido magistralmente con la suma de las mayores amarguras que un hombre puede llevar sobre si. Es un veterano de la guerra de Corea, acaba de morir Dorothy, su mujer. Sus hijos y nietos le desprecian y él desprecia al vecindario que tiene. Es decir, todo va mal para Walt. Más encima, el Padre Janovich, un joven y perseverante sacerdote se ha propuesto convencerlo que debe confesarse, pues se lo prometió a Dorothy antes de su muerte.

En este estado de cosas encontramos a Walt conflictuado con el mundo. Sabemos que cambirá pero no sabemos como ni por qué. Y aquí es donde notamos la mano en la dirección de Eastwood. Los vecinos de Walt son Hmong, una tribu étnica de 18 clanes que viven en las colinas de Laos, Vietnam, Tailandia y otras partes de Asia. Sin saber muy bien por qué, de forma fortuita quizá y sin mediar muchos antecedentes, Sue y Thao, los jóvenes adolescentes de la familia vecina comienzan a entablar una relación con Walt y ello es lo que inicia el cambio. Thao es retraido y Sue es casi occidental a esta altura. Ello va soltando la relación, que camina por senderos cada vez más interesantes. La construcción de los personajes es vital en el relato. Sin embargo el uso de arquetipos también lo es para poder entregar el verdadero mensaje del film.

En estas redacciones es donde Eastwood se maneja como pez en el agua y nos entrega una joya propia de su factura. La construcción de los valores, el nacimiento de los sentimientos de amistad y cercanía, la comprensión de la cultura distinta, son aquí los pilares sobre los que se basa el relato. Se logra dar forma plena a cada situación, a cada sentimiento y a cada hecho. Todo adquiere sentido y presenciamos como un hombre atormentado va profundizando en su paz interior hasta grados insospechados.

La música es sencilla y precisa. Las cámaras están donde queremos ver la acción y las actuaciones de los cuatro protagonistas son muy sólidas. Ya se escuchan voces que señalan que esta película es sobre la redención, que es católica, etc. Y la verdad es que es humana; tan humana y esperanzadora que su mensaje traspasa las fronteras de la religión y entra al alma, provocando sentimientos que brotan a raudales al final, escuchando la bella canción "Gran Torino", escrita por Clint Eastwood, compuesta por su hijo Kyle & Michael Stevens y cuya primera estrofa es cantada por el propio Clint.

Ficha técnica

Titulo Original: Gran Torino
Distribuidor: WARNER
Calificación: TE+7
Duración: 117 Min.
Género: Drama
Año: 2008
País: EE.UU.
Director: Clint Eastwood
Elenco: Clint Eastwood, Cory Hardrict, John Carroll Lynch, Geraldine Hughes, Brian Haley, Dreama Walker, Doua Moua, Brian Howe, Sarah Neubauer, Lee Mong Vang, Nana Gbewonyo, Christopher Carley, Bee Vang.

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