El cuarto concierto de la Orquesta Filarmónica estuvo marcado por dos hechos muy importantes. El primero tiene que ver con una considerable mejora en el resultado sonoro general del conjunto, comparado con el primer concierto de la temporada. El segundo, tiene relación a la participación de la solista Corana-Germana Suyoen Kim, quien le dio un brillo muy especial a una noche mágica. Vamos por parte.
En primer lugar se interpretó la Obertura la Gruta del Fingal de Félix Mendelsoohn. No se trata de una obra fácil, aunque sea una obertura. El color de la partitura es bastante oscuro, propio de un joven compositor que está buscando nuevas formas y sonoridades. La Orquesta respondió acertadamente en la rítmica y en el ensamble, sin embargo careció de una mayor unidad y volumen sonoro para enfrentar los tuttis. El maestro Latham-Koenig nos brindó una versión ágil, casi apurada a ratos, lo que pudo haber influido en la concepción sonora final. De todas formas, la agrupación - más clásica por la conformación de la obra - respondió de mejor manera en detalles de ataques y afinación. Las cuerdas siguen sin conseguir una unidad tímbrica, lo que naturalmente las pone en desventaja ante la sonoridad de los bronces.
Como segunda obra escuchamos el majestuoso Concierto para Violín de Beethoven. Como una verdadera sinfonía para violín y orquesta, esta joya de la música presenta numerosas complejidades tanto para su solista como para la orquesta. En esta ocasión, la joven violinista Suyoen Kim, de origen Coreano-Germano, fue una verdadera revelación. Dueña de un sonido privilegiado que conmueve desde las primeras notas, logra una incontenible emoción en los primeros agudos del primer movimiento, que suceden a la gran obertura orquestal con que el concierto comienza. La técnica al servicio de la música, la flexibilidad y plasticidad exhibida, junto a la dulzura de su sonido conquista de inmediato. La orquesta, algo fuerte en algunos pasajes, siguió con esmero a la solista de la mano del director, no sin dificultad en aquellas ocasiones en las que se proponían cambios de tiempo imprevistos o ciertos frenos en algunas secciones. El paso al segundo movimiento marca una transición muy especial en el color de la orquesta. La sordina en las cuerdas permite amalgamar el sonido de los cornos y presentar una alfombra sobre la que el violín, en permanentes agudos, canta y desarrolla sus melodías basadas en arpegios. Con la fusión al tercer movimiento apreciamos una sólida mano del director, para cambiar el carácter del la pieza y dejar en suspenso la conclusión. En este brillante final, el violín despliega toda su gama sonora y por cierto apreciamos lo mejor de la solista. Impresionante su sonido sobre la cuarta cuerda y su delicadeza sobre la primera. Esas diferencias de color son el sello de quienes logran traspasar al público la mayor sensibilidad de la música, pudiendo hablar en este caso del desarrollo de una textura sonora apropiada a la obra y al escenario donde se interpreta. En ese sentido, la sección de cuerdas de la orquesta aún mantiene cierta rigidez sonora por la ausencia de un vibrato grupal que permita que el sonido se funda de mejor manera y pueda superar la acústica poco agraciada de nuestro Municipal.
Luego de muchísimos aplausos y ovaciones más que merecidas, las solista nos deleitó con un encore virtuosísimo, donde las acrobacias técnicas llevan al límite la ejecución del instrumento.
En la segunda parte, escuchamos la maravillosa Muerte y Transfiguración de Richard Strauss. Obra llena de colores, ofrece un desarrollo estilístico impresionante que pudieron ser plasmados de manera fantástica por la Orquesta. La mano del Maestro Jan Latham-Koenig se hizo notar, al lograr efectos y sonidos preciosos, llenos de sensibilidad, junto a tuttis muy llenos y amplios, en los que se mantiene la permanente - y no resuelta - superioridad del volumen sonoro de los bronces sobre el resto del conjunto. Sin duda, tanto la Orquesta como su director titular se sienten muy cómodos en el repertorio de Strauss, y tal vez es por ello que logran un resultado musical tan alto y técnicamente adecuado, que se traspasa al público, desatando una gran ovación al final del concierto.
Una noche mágica, que en parte permite olvidar la magra impresión del primer concierto y llena de esperanza para las futuras presentaciones de la Orquesta Filarmónica de Santiago.
Ficha técnica
Concierto IV Orquesta Filarmónica de Santiago
Director: Jan Latham-Koenig
Jueves 1 de abril de 2009
Solista: Suyoen Kim (Violín)
F. Mendelssohn: Obertura La Gruta del Fingal en Si menor, Op. 26
L.v.Beethoven: Concierto para violín y orquesta en Re mayor, Op. 61
R. Strauss: Muerte y Transfiguración Op. 24
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