jueves, 4 de diciembre de 2025

La Fuente

Podemos encontrarlo en el inconsciente colectivo y en nuestro propio inconsciente. Se denominó “estallido social”. El punto de inicio fue el viernes 18 de octubre del 2019 y sus efectos han perdurado por años. Tal vez pasarán muchos más para comprender la real magnitud y la fisura que provocó en la sociedad chilena.

Pero esta no es una película sobre dicho estallido; es una cinta enfocada en una persona, el dueño de la “Antigua Fuente” (ex “Fuente Alemana”), quien padeció en carne propia los efectos de una violencia descontrolada que no solo puso en peligro el tradicional local sino que también su propia vida y la de sus más cercanos colaboradores.

Luca Barella -Luis Gnecco-, vive una situación límite. Las protestas en el sector de Plaza Italia son cada vez más violentas; eso ahuyenta a los clientes de su famosa fuente de soda. Resiste como puede. Se encierra cada vez que comienza el vandalismo exterior para proteger a su gente y su patrimonio. Al parecer, todo parece salirse de control. Luca no está bien, no sabe qué hacer, no sabe por dónde empezar o dónde terminar. Es un viaje incierto, que se escribe día a día, jornada tras jornada, una noticia en desarrollo que no vislumbra conclusión, un continuo de desesperanza y lucha hasta que las fuerzas lo acompañen.

Tras un inicio más bien poético, con el mar de fondo y pensamientos profundos, la reflexiva música nos sitúa en contexto. El guionista y director Daniel Vivanco construye un relato que no necesariamente comienza ese 18 de octubre. El texto va más allá, incluso podría resultar atemporal, porque la sensación es que el reloj se detiene y no avanza más. Parece un bucle, una repetición constante, una espiral sin fin, un círculo que gira y gira sin encontrar salida ni ofrecer nada a cambio.

Vivanco es hábil para desarrollar la cinematografía. Imágenes reales de los acontecimientos callejeros, registradas por él mismo y su director de fotografía, Diego Estay, son perfectamente intercaladas con la ficción, lo que entrega un resultado homogéneo y coherente al metraje. Todo lo concreto rápidamente se diluye, porque la mente de Luca vuela alto mientras sus dos pies tratan de permanecer en tierra, aferrándose más a una ilusión que a algo real.

Si bien las imágenes de las protestas y el consiguiente vandalismo resultan crudas, la cinta no se centra en ello. Ver el sector destruido, con encapuchados provocando desmanes, no es, necesariamente, el foco principal. Sin embargo, nos hace tomar conciencia de que lo que vemos ocurrió en Chile, muy cerca de nosotros, y no es una recreación sino una realidad. Quizá, haciendo un paralelo, Vivanco profundiza en los planos de Luca con acercamientos que llegan hasta detalles de sus ojos, como si quisiera mostrar que la destrucción exterior es también la interior, la de alguien que se consume por dentro mientras observa que todo lo que lo rodea se cae a pedazos.

La angustia, la depresión y la enfermedad están muy bien representadas en la construcción del rol protagónico. Luca debe debatirse entre su cuidado personal y la responsabilidad, lo que constituye una dualidad difícil de comprender y todavía más difícil de enfrentar. La situación es imposible. Las pesadillas lo persiguen, los sueños son confusos, su estado mental es voluble y vulnerable. Es el trauma en esencia, algo que no se supera ni siquiera con la formación que el Laido le ha entregado por años, un arte marcial japonés​ relacionado con el desenvainado y el envainado de la katana, disciplina que inspira paciencia, autocontrol y desarrollo espiritual.

La película ofrece una muy buena factura, no obstante, el audio en algunos pasajes impide una mejor comprensión de los textos. Tampoco ayuda mucho la gran cantidad de temas relacionados con el protagonista que no logran desarrollarse lo suficiente como para entender a cabalidad el amplio mundo que Luca debe enfrentar. Asuntos familiares como su padre enfermo, su hermana que insiste en vender el local, su mujer infiel que se desempeña en un alto cargo de gobierno, su hija artista y la amistad con su terapeuta, son demasiados elementos a procesar que pueden confundir más que ayudar al espectador.

Desde el punto de vista de las actuaciones, Luis Gnecco se apodera de su personaje. No solo le da vida, también se compromete en forma vital, tanto en las secuencias activas como en aquellas en que la contemplación viene a ser lo fundamental. El elenco, donde destaca Roberto Farías como un antagonista deleznable, en general acompaña bien, pero son tantos que es complejo entregarle individualidad y desarrollo a cada uno sin extenderse demasiado. Y como se debe priorizar, tal vez ese podría ser el pecado de “La Fuente”: muchos personajes, muchas historias con demasiadas ramificaciones.

Dos aspectos para ir concluyendo. El primero, de estilo, y corresponde a las decisiones respecto a la duración de las tomas, las que se muestran en general como cápsulas, a veces sin unión o relación directa entre ellas. Estos saltos a veces se sienten cortados, inconclusos, pero responden a un formato muy válido que puede resultar más o menos fluido para el espectador. El segundo es de forma, y corresponde a la ejecución de la bella partitura compuesta por Sebastián Errázuriz. Al centrarse parte de la historia en la hija violinista de Luca, los detalles de la interpretación del instrumento podrían haber sido mejor cuidados técnicamente, para representar a una violinista real o al menos cubrir ciertos aspectos para no dejar tan al descubierto que no lo es.

La frase “¿adónde irás después de tu muerte?” queda resonando luego de ver “La Fuente”, porque lo vivido por Luca, inspirado en la historia real del empresario Carlo Siri, es lo más parecido a una “muerte en vida”. Cuando no se ve la salida, abunda el temor y la desesperación, pero la fuerza y resiliencia que vemos en su actuar puede entregar una luz de esperanza. “La Fuente” no es una película que tenga un recorrido fácil, pues se sitúa como una visión distinta respecto de los hechos posteriores al 18 de octubre de 2019. Aquello lo asume como tal, y este filme está dispuesto a dar la pelea. Se trata de una lucha diferente que quiere mostrar otra dimensión -la de muchas otras víctimas anónimas-, de un hecho histórico que posiblemente nos seguirá dividiendo por muchos años más.

Ficha técnica

Título original: La Fuente
Año: 2025
Duración: 117 minutos
País: Chile
Compañías: VYF
Género: Drama
Guion: Daniel Vivanco
Música: Sebastián Errázuriz
Fotografía: Diego Estay
Reparto: Luis Gnecco, Patricio Achurra, Roberto Farías, Paola Giannini, Óscar Hernández
Dirección: Daniel Vivanco