Bajo la dirección del Maestro Ivan Anguelov, la Orquesta Filarmónica de Santiago presentó un programa dedicado a Compositores españoles.
En primer término escuchamos una correcta versión de "La Procesión del Rocío" de Joaquín Turina. Sin mayor brillo en las cuerdas y con matices adecuados la obra transcurre tranquilamente. Importante destacar que el ensamble logrado es un mérito importante pues comenzamos a escuchar un grupo compacto y sincronizado en la mayor parte de la pieza.
Como segunda obra se nos presentó el famoso Concierto de Aranjuez, de Joaquín Rodrigo. El solista, Romilio Orellana, premiado guitarrista chileno, profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile, nos deleitó con una reposada y madura versión del concierto. Su dominio técnico le permitió acometer los desafíos musicales en un nivel de excelencia y donde la música fluye sin pausa en cada compás de la obra. Lamentamos, si, un acompañamiento a la altura del solista. La orquesta, algo gruesa en integrantes y sonido, en muchos pasajes sonó más que el solista. Los colores plasmados por el compositor se ausentaron en diversos momentos, no permitiendo un adecuado calce con el solista. Problemas de afinación del corno inglés en el segundo movimiento nos restan algo de la magia de tan bello episodio.
El tercer movimiento - lo mejor logrado por el conjunto solista/orquesta - lleva a una conclusión impresionante de la fuerza de la guitarra. Tal vez por ello, creo que estuvo fuera de lugar el repetir el segundo movimiento para agradecer la ovación merecida que tanto Orquesta y solista se llevaron por minutos al finalizar su interpretación. Una pieza corta, sencilla musicalmente, habría sido lo adecuado para soltar la tensión acumulada y finalizar correctamente.
En la segunda parte pudimos escuchar dos obras colorísticas de Manuel de Falla. En primer lugar el Amor Brujo, con la participación solista de la cantante Claudia Godoy. Esta es una obra llena de magia, de colores, con un uso de la paleta orquestal completa que permite apreciar en plenitud el desarrollo del compositor en su tránsito nacionalista/impresionista. Siendo originalmente una pieza de cámara y luego un ballet, funciona bien como obra de concierto y permite el lucimiento de las secciones orquestales y la solista. A continuación y finalizando el programa, una selección de "El sombrero de tres picos", otra genialidad de Falla. música para ballet también, es una obra fresca, divertida y donde hay claramente reconocibles todos los elementos propios españoles.
La orquesta y su director nos ofrecieron buenas versiones de ambas obras. Destaca el solista en trompeta, la solista en corno y la solista en flauta, con interpretaciones de muy alto nivel. Sus colores claros, prístinos, fueron sin duda lo mejor de la velada. El maestro Anguelov condujo sólidamente a la orquesta, ensamblando correctamente los elementos, lo que ya es un mérito por si mismo. En resumen, un grato Concierto, sólo interrumpido por aplausos al final de cada pieza, meritorios por cierto, pero también fuera de lugar.
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