Este Festival Latinoamericano estuvo integrado por obras del chileno Alfonso Leng, del argentino Alberto Ginastera y del brasilero Heitor Villalobos. La orquesta Filarmonica de Santiago estuvo bajo la batuta de la directora uruguaya-israelí Gisèle Ben-Dor.
Escuchamos en primer lugar el denominado Comentario sinfónico al poema de Pedro Prado, La muerte de Alsino, de Alfonso Leng. Con un tratamiento cuidado y característico de la paleta orquestal, Leng incorpora en esta obra una mayor densidad armónica y de color logrando pasajes muy descriptivos, alusivos al poema. La orquesta, sin brillar, dio cuenta de la partitura correctamente, impulsada por una batuta amable cuyo enfoque principal se sostenía en en legato de cada frase y en la superposicion de cantos y contracantos.
Como segunda obra se interpreto el concierto para arpa y orquesta de Alberto Ginastera. El solista en esta ocasión fue Edik Groenestein-Hendriks. De gran dominio técnico y suave sonido, el solista condujo el diálogo con la orquesta de forma brillante, logrando efectos y colores interesantes, particularmente en el segundo movimiento. La precision rítmica en la orquesta fue un tema sensible. Ataques y fraseos disímiles provocaron alguna descompensacion en algunos pasajes, lo que si bien no opacan el resultado final, no ayudan a una natural fluidez de la obra, ya compleja en su escritura rítmica y armónica. El merecido aplauso final coronó el trabajo de solista y directora y obligó a dos "encores" solos de arpa: Cancion de la noche y Claro de luna, en las que Groenestein-Hendriks pudo mostrar su veta romántica plenamente convincente.
En la segunda parte presenciamos la interpretación de la Bachiana Brasilena No 5 de Heitor Villalobos. Pieza clásica ya, compuesta para soprano y ocho violoncellos, implica un desafío importante en la amalgama sonora. Cada intérprete es tanto solista como parte del conjunto, en una serie de cantos, bases rítmicas, cambios armónicos e imitaciones que dan a la pieza un color particular inigualable. Extrañamos una sincronía mejor entre los cellos, que pudiera dar una base mejor a la excelente interpretación vocal de la soprano Patricia Cifuentes, quien pudo conseguir preciosos momentos llenos de vitalidad y otros llevados al mas íntimo de los planos, con una soltura y gracia de calidad. En cuanto al grupo de cellos, echamos de menos un trabajo mas dedicado a la suma sonora, más que a la individualidad, un sonido más grupal y parejo, entrelazado y con un color similar.
Para finalizar el concierto escuchamos una suite del Ballet Estancias, de Alberto Ginastera. Brillantes piezas componen está selección de concierto, qué vinieron a brindar el broche de oro al cierre de la velada. La cantidad de instrumentos en escena, sumado a ritmos explosivos y una nutrida temática entregada a la sección de metales asegura una recepción incondicional del público. Sin embargo al escuchar con atención pudimos percatarnos de imprecisiones rítmicas importantes y de una cierta repetición de secuencias en las que podríamos haber observado algún giro interesante. La maestra Ben-Dor consiguió gran parte de su objetivo. Las danzas brillaron y el público correspondió con brío la entrega, a pesar de echar de menos un trabajo más fino en el armado general.
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