La primera impresión de este concierto la produce la fascinación de escuchar y ver en vivo a un gran violinista que sólo conocía por grabaciones y videos. Las expectativas son altas y la ansiedad por que comience el concierto es mucha.
Shlomo Mintz ingresa al escenario del Teatro Oriente y los aplausos brotan al instante. Su Stradivarius brilla y todo está preparado. La Orquesta de Cámara de Chile, bajo la conducción de su titular - el maestro Juan Pablo Izquierdo -, aguarda expectante.
La primera obra es el Concierto No 3 para Violín y Orquesta de W. A. Mozart. Con un comienzo vibrante, el solista ya entrega lo que será su sello: el dulce sonido de un sólido intérprete y un instrumento excepcional. El enfoque de su sonido y el vibrato apropiado para cada fraseo musical son la constante durante todo el concierto. Las imperfecciones de afinación en maderas y bronces no logran opacar el gran trabajo de la sección de cuerdas que acompaña al maestro en forma y tono notable. Tampoco lo hacen las sutiles diferencias de estilo y de enfoque musical de solista y director en el segundo movimiento, donde la superposición del clasicismo y romanticismo producen algo de confusión en la audiencia. El estilo clásico y puro del solista se impone en el tercer movimiento, lleno de esa juventud espontánea de Mozart, expresada de forma inquieta y magistral en el Rondó.
La ausencia de acústica de la sala es claramente un inconveniente no posible de superar por el solista y la orquesta, obligando al primero a extremar recursos sonoros que en ocasiones le provocaron ahogos de sonido y quiebres, y a la Orquesta en un aumento del volumen del acompañamiento que sin llegar a sobrepasar al solista, pudo ser controlado de mejor manera.
En la segunda parte escuchamos el Concierto para Violín y Orquesta en Re Mayor de L. V. Beethoven. Obra cumbre del repertorio violinístico, enfrenta un desafío no menor de técnica y musicalidad para el solista. La Orquesta tiene un protagonismo mayor, desde la gran introducción, y dialoga con el violín a lo largo de toda la obra. Escuchamos a un solista más suelto, más brillante y relajado, situación que permite que el sonido fluya de mejor manera llenando los espacios sonoros con una calidad excepcional. Notable fue el comienzo del segundo movimiento a cargo de la sección de cuerdas - el grupo musical más sólido y unido de la orquesta - que prepara una alfombra sonora para el lucimiento del sonido agudo y brillante del solista. Una vez más, las imperfecciones de afinación, ritmo y sincronización en los ataques de las maderas y bronces, no logran amenazar el resultado final. El tercer movimiento es interpretado con mucho brío y sirve de gran final a una noche mágica llena de emociones.
Los aplausos largos y generosos coronan una velada especial. No todos los días tenemos la oportunidad de escuchar a violinistas de la talla de Shlomo Mintz, quien respondiendo a las felicitaciones nos regala de Kreisler el Recitativo & Scherzo, obra virtuosa para violín sólo que se transforma en una broma musical maravillosa como encore. La soltura, el sonido pleno, la música y el juego se toman el Teatro Oriente y nos brindan uno de los conciertos más esperados del año 2008.
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