No tuve la suerte de obtener una entrada para el Concierto por lo que tuve que observarlo y oirlo en televisión. La expectativa era alta. La difusión de la prensa considerable. Hasta parecía que nos visitaba un artista tan famoso como una estrella de rock actual. Sin embargo quien venía era Ennio Morricone, uno de los compositores de música para películas más importantes del siglo XX y de comienzos del XXI, reconocido y querido por una enorme cantidad de personas que han llorado y se han emocionado al escuchar sus melodías insertas en las películas o bien en recreaciones de todo tipo.
El concierto en si tenía una serie de requerimientos puestos por la producción. Debía ser masivo ( al menos 10.000 personas ), gratuito ( con el desafío del reparto de entradas e invitaciones, con las consecuencias ya vistas, la necesidad de un segundo concierto, etc... ) además de concurrir a él con tenida formal ( algo que bien puede asociarse a una vuelta de mano para que la "gente" se vista más similar a los músicos, quienes siglos atrás habían sido requeridos para que se vistieran "como la gente" )
Sabemos que un concierto de estas características incluye enormes desafíos: uno de ellos es la amplificación. Al aire libre es dificilísimo amplificar cualquier instrumento, y más aún una orquesta y coro sinfónico. Otro es la iluminación, para que no interfiera con el espectáculo, con los músicos, y permita que los asistentes disfruten de la mejor forma la función. Y otro desafío es transmitir esto por televisión, dando cuenta de atmósferas, conexiones y emociones que sólo en vivo alcanzan su mayor grado de sintonía.
Pasemos a la música. Ya la ansiedad estaba por todas partes cuando el Maestro hace su ingreso al escenario. Hay admiración y recogimiento y un silencio cómplice desde las primeras notas del Ave María Guaraní. Claramente no es algo muy fiable el sonido entregado por la TV pero en base a ello es que puedo dar mis opiniones. El inicio, con el coro a capella, frío, con el desafío del Ave María, se sintió algo plano y sin magia. Esta pieza es de una profundidad musical dulce y lírica, lo que no fue traspasado en su interpretación.
Acto seguido vino la música de Los Intocables y ya comenzamos a escuchar a la Orquesta en plenitud. Y más que quedarme en un análisis particular de cada pieza interpretada quisiera más bien dar un marco general del concierto.
En general, el espectáculo fue de menos a más. Después de un frío comienzo vocal e instrumental, la magia se fue apoderando del escenario. Es cierto que es música que ha acompañado a películas, sin embargo es música que en muchas ocasiones se mantiene y sostiene por si misma, teniendo igual o mayor valor que en su original con imágenes. Curiosa relación aquella, ya que probablemente las imágenes sin la música podrían parecer vacías y en ocasiones sólo cuadros y secuencias.
Analizando los desempeños musicales, pude notar un profesionalismo marcado en la Orquesta Sinfónica de Roma y en el Coro de la Universidad de Chile. Sin embargo, extrañé, al menos en la orquesta, una sintonía mayor con el director. Esa magia que se vive en los conciertos y que los hacen parecer únicos e irrepetibles, a pesar de haberse hecho infinidad de veces... La conducción del Maestro me pareció algo tibia, sin mayor contacto visual con sus músicos y solistas, correcta en cuanto a los tiempos pero sin una mayor intensión interpretativa. De hecho, en ciertas ocasiones la orquesta desarrolló dinámicas y colores que no tenían su relación con los gestos del director, dando cuenta de un muy buen estudio anterior de las partituras.
Especial atención merece la soprano Susanna Rigacci. Sus interpretaciones de "Érase una vez en el Oeste" y "El éxtasis del oro" (de la película "El bueno, el malo y el feo") resultaron de una musicalidad y entrega muy notables. De igual forma el primer cello de la orquesta, Luca Pincini, interpretó de manera brillante el arreglo de "Marco Polo" , dando un toque mágico al comienzo de la segunda parte del Concierto.
La música es como el agua: se abre paso entre todas las dificultades posibles. Se sobrepone a todo y finalmente se expresa llena de suavidad y dulzura. La música de Morricone es realmente divina. Es un clásico, y poder tener en nuestro país al autor de dichas obras es sin duda un privilegio.
El cierre del concierto fue muy alto. Desde el entrañable "Oboe de Gabriel" muy bien interpretado por el primer Oboe, hasta los bises ( donde escuchamos una mucho más sólida versión del "Ave María" guaraní ) dieron el marco adecuado al gran espectáculo que esperábamos desde hace meses.
2 comentarios:
Carlos:
Te contaré que ayer no pude ver ni oír nada del concierto de don Ennio. Ni en vivo ni por cable, pero después de haber leído tu crítica, siento que ya lo vi...estuvo bueno ah??!!
Que poencia elocuética...
Gracias
EddM
querido CArlos
yo sí estuve ahí...aunque no lo creas, a Frenando, que tiene una suerte única, le resultó lo de ingresar a Internet y ahí figurábamos los dos en primeras aguas de la seudo galucha para escuchar a Morricone en el día de nuestro aniversario de matrimonio.
Aunque estoy lejos de ser partidaria del libre mercado, creo que en este caso, si la entrada hubiese tenido un pequeño valor, dos lucas, por ejemplo, mucha gente que no le interesaba la música y que estaba ahí sólo porque le regalaron las entradas y porque estaba "in", se hubiese quedado en la casa. Esto habría sido bueno porque no habríamos escuchado conversaciones interrumpiendo las piezas ni tampoco se hubiesen atravesado antes de terminar, sólo para sacar sus autos del estacionamiento con la ilusión de evitar el taco en Vitacura...
Creo que nos falta para recibir con delicadeza y profundidad este tipo de espectáculos...De hecho, si no sentimos ni construimos una ciudad en común es difícil que el arte se haga presente en ella con la dgnidad que se merece.
Me quedo con lo que dijiste: que la música, como el agua, se abre paso (y quita la sed). PEC
Publicar un comentario