viernes, 28 de mayo de 2010

Lost


Me animo y me atrevo a escribir este comentario gracias a algunas solicitudes recibidas y al gran interés y debate que el final de la serie ha provocado no solo en su fiel audiencia sino que además en muchos medios masivos, blogs y foros de Internet.

Es difícil comentar en unas breves líneas una serie de televisión de seis temporadas, 121 capítulos en total y con una considerable cantidad de seguidores en diversas partes del mundo. No me declaro un fanático ni ahora un "viudo" del show pero si un seguidor fiel y admirador de un programa que cambió varios paradigmas de la TV actual.

Primero unas palabras sobre la apuesta de la serie. Cuando comenzó su emisión en 2004 fue llamada "un fenómeno", tal vez por la cantidad de espectadores convocados, por la calidad de su producción, por lo original del guión o bien por un excelente equilibrio de todos esos elementos. La historia, a primera vista muy sencilla -un accidente de avión que deja sobrevivientes en una paradisiaca isla, guardaba misterios sobrenaturales y cotidianos sobre el entorno, sobre estos sobrevivientes "perdidos" y sus vidas llamando la atención desde el principio. Muchas teorías se escribieron al final de la temporada 1 y durante aquella transición a la temporada 2. En paralelo se derribó uno de los primeros mitos televisivos: era posible hacer una serie con una trama compleja, con personajes muy distintos y elaborados, cuyas respuestas no estaban a la vuelta del capítulo sino involucraban profundamente un desarrollo dramático de largo aliento. Los múltiples recursos usados para contar la historia -ventanas al pasado al comienzo, sucesos inexplicables, ventanas al futuro después, realidades paralelas, dimensiones diferentes con puntos de conexión, entre muchos otros- infundieron una dinámica que no se había visto antes -al menos con este grado de elaboración y cuidado- en una serie de este género (si es que podemos atribuirle a "Lost" un género en particular).

Una segunda palabra para los creadores de la idea, los guionistas y la producción, J.J. Abrams, Damon Lindelof, y Jeffrey Lieber. Realmente admiro la creatividad expresada a lo largo de cada una de las temporadas. Con más o menos aciertos lograron siempre sostener de gran forma una historia compuesta por muchas piezas, intrincadas vinculaciones, dudas, sorpresas y giros inesperados. Eso ya es un mérito en si mismo lo que complementado con un altísimo nivel de producción muy detallista de cada episodio le entrega un nivel de alta calidad al programa.

En tercer lugar, y a modo de conclusión, unas breves palabras sobre el final de la serie que es por estos días lo más debatido. Siempre me pregunté como se resolvería este puzzle, que se cerraría, que quedaría abierto, lo que se transformaba en un gran desafío y sin duda lo que más expectativas me generaba. En mi particular opinión la conclusión del viaje fue magistral, pues la respuesta no estuvo en el último capítulo sino en la secuencia que lógicamente transcurre durante toda la temporada final. Tal como los personajes van cerrando sus historias, uniendo cabos, haciendo conexiones y reuniendo recuerdos, los espectadores vamos simultáneamente descubriendo e interpretando todo aquello, lo que produce una complicidad interesante y muy bien lograda. Es cierto, no se resuelve todo, pueden faltar explicaciones explícitas o más de alguien puede sentir frustración por haber tenido mayores expectativas, sin embargo lo que logran los realizadores es efectivamente concluir el ciclo y una vez más apelar al análisis crítico y subjetivo de cada televidente, donde las emociones y el sentido de trascendencia juegan un papel de primer orden.

En síntesis, un gran aporte al concepto de show televisivo, inteligente, creativo, emotivo y de alta calidad. Un programa excelente que marca una inflexión del desarrollo de la TV de la primera década del siglo.

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