La expectación crecía con el correr de las semanas. ¿Un documental sobre Coco Legrand? ¡Wow! ¿Cuánto de sus espectáculos, cuánto del ser humano, cuántos temas desconocidos? Difícil predecirlo, pero el interés iba “in crescendo”. Hasta que llegó el día. Un lunes en la mañana se develó el misterio. Veamos.
Sebastián Moreno, el director, encara este trabajo con nostalgia y más de un dejo de tristeza. No sé si se lo habrá propuesto, pero es lo que a mí me ha provocado al verlo. Sin embargo, al mismo tiempo hay mucho de diversión y de gratos recuerdos. Es que se trata de una figura consular del humor en Chile, un graduado con honores en todos los escenarios, un maestro del monólogo y un artista integral.
Alejandro González Legrand, Coco Legrand, no necesita ningún tipo de presentación. De hecho, Moreno entra directo al ruedo, con pequeños trozos de rutinas que, en breve, nos ponen en perfecta sintonía. Y luego abre con una toma en cámara lenta, un gesto precioso de nuestro querido protagonista.
Este trabajo documental combina el lado humano y familiar, algo menos presente y austero, con el personaje público que se encuentra radicado en nuestro inconsciente colectivo. Los momentos escogidos de sus shows son pocos pero hilarantes, y los que provocan emociones son también precisos; se condicen como mínimos reconocimientos a un personaje que traspasó todas las fronteras.
La edición es un desafío por la muy nutrida selección de imágenes que se debe realizar. Tarea titánica, por cierto, porque entre tanto material es muy difícil decidir qué poner y qué dejar afuera. El tiempo disponible es reducido, lo que obliga a tomar decisiones que siempre serán discutibles.
La narración es amable y cotidiana. Son cercanos los que se refieren a Coco, quienes trabajaron con él por años, amigos y, por supuesto, familiares. El tono es coloquial, sin aspavientos ni exageraciones. El relato se siente fluido aunque con poca unidad. Es una historia contada por privilegiadas primeras fuentes. Las palabras están bien seleccionadas a pesar de interrumpir ciertos momentos que pudieron haber tenido más espacio. Las acotadas intervenciones dan la impresión de que quedan cosas en el tintero. No son pocas.
Sebastián Moreno intenta algo que siempre es complejo: realizar un homenaje en vida. ¡Qué personaje es Coco Legrand! Intergeneracional, transversal. ¡Cuánto se podría hablar de él! Mucho, sin duda. Simpático, innovador para su época, incisivo, mordaz, elocuente, observador, histriónico, agudo, directo, y un larguísimo etcétera. Porque Coco Legrand logró decir complicadas verdades a través del humor. Arropar temas difíciles, pero cotidianos, bajo una capa graciosa, permite adentrarse a ellos con una profundidad que de otra manera se hace siempre esquiva.
“El Gran Coco Legrand” permite que nos acerquemos más a la persona para conocer aspectos inesperados y desconocidos. En general tiene ritmo, salvo al final, en el último cuarto de metraje, donde el cierre se enreda un poco perdiendo un poco su norte. Y acá me arriesgo con una apreciación muy personal: siento que este filme tiene un velo, un delgado prisma que solo deja entrever lo que sucede actualmente pero que no es totalmente explícito ni tampoco se encarga de develar. Es solo una sensación, un sentimiento, o tal vez, una mirada distinta.
Aunque más cercano al género reportaje, me quedo con un documental triste y nostálgico. Estamos frente a un testimonio audiovisual que retrata a un “grande” con más de 50 años de intensa actividad, un retrato sensible, una memoria agradecida que hubiese querido que fuera solo fiesta y jolgorio.
Ficha técnica
Título original: El gran Coco Legrand
Año: 2025
Duración: 100 minutos
País: Chile
Compañías: Las Películas del Pez
Género: Documental | Biográfico
Reparto: Coco Legrand
Dirección: Sebastián Moreno
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